10 de septiembre.
Comenzamos la
mañana visitando unos de los glaciares más cercanos, el de Bossons. Debido a su
inclinación es uno de los más rápidos en su desplazamiento, cerca de 200 metros
al año, lo que implica que los bloques de hielo se mueven y caen con
regularidad.
Este glaciar tiene
un sentido especial para mí porque fue el primero que recorrí cuando estuve en
el macizo del Mont Blanc por primera vez. Vinimos Félix, Paco Cano, Jose Truji
y yo. Partimos de la estación intermedia del teleférico de la Aiguille du Midi
y atravesamos por la ladera hasta llegar a la lengua glaciar. Recuerdo la caída
de piedras antes de llegar y el dramático caos del paso entre las grietas. El
camino era cambiante. Me impresionaron tanto las dimensiones de los obstáculos
de hielo como el hecho de que Escubi (que era quien tenía más experiencia) nos
advirtiera para que no alzáramos la voz con objeto de que la vibración no
alterase el equilibrio de algún bloque.
En un promontorio
rocoso, rodeado por el hielo del glaciar, se sitúa el refugio de Grand Mulets,
donde nos alojábamos dos días. Recuerdo estar sentado al atardecer al borde de
la roca, con el hielo debajo, oyendo sus crujidos, unos débiles y otros muy
fuertes. La sensación era desconcertante, como si el glaciar fuera un ser vivo
que me enviara señales. Del ascenso nocturno por el glaciar el recuerdo más
fuerte es cuando Jose pasaba sobre un gran serac que se movió hacia adelante.
Afortunadamente, sólo se acomodó y quedó fijo, permitiéndonos retroceder a la
luz de los frontales y pasar por otro lugar. No es fácil imaginar la descarga de adrenalina
que tuve en el momento en el que el hielo se movió bajo nuestros pies.
Tampoco se puede olvidar la dura subida a lo largo del glaciar hasta unirnos
con la vía normal en la cabaña Vallot y el descenso que hicimos, demasiado
tarde, con un calor asfixiante y casi exhaustos.
Ahora subimos en
el telesilla que nos deja frente a la cascada de hielo terminal en el Chalet de
Bossons. Seguimos por el camino que trepa por el bosque hasta el Chalet des
Pyramides. Las vistas son casi cenitales sobre el hielo final del glaciar. Es
espectacular ver cómo se separan las láminas de hielo como si fueran enormes
hojas de un pastel hojaldrado.
Glaciar de Taconnaz.
Glaciar de Bossons.
El camino sin
duda vale la pena y es recomendable, como si duda debe serlo seguir hacia
delante hasta la Jonction, el último lugar donde se puede subir sin pisar hielo
y que separa los glaciares de Taconnaz y de Bossons. Lo dejo en mi carpeta de
“pendientes”.
Tras este
recorrido nos dividimos en dos grupos, unos fueron a la Mer de Glace con el
tren de Montenvers y otros nos quedamos para llevar a cabo una actividad que no
podía haber sospechado sólo un día antes: ¡volar en parapente!
En estos otros enlaces puedes acceder directamente a las restantes jornadas:
Día 4 Mottets - Maison Vieille
Día 5 Maison Vieille - Bertone
Día 6 Bertone - Elena
Días 7 y 8 Elena - Relais D'Arpette - Auberge du Mont Blanc (Trient)
Día 9 Trient - Glaciar de Tour - Gîte Le Moulin (Montroc)
Día 10 Grand Montets y Balcones Sur
Día 11 Glaciar de Bossons
Día 11 Vuelo en parapente
Día 12 Glaciar de Bionnassay
Datos prácticos.
Día 5 Maison Vieille - Bertone
Día 6 Bertone - Elena
Días 7 y 8 Elena - Relais D'Arpette - Auberge du Mont Blanc (Trient)
Día 9 Trient - Glaciar de Tour - Gîte Le Moulin (Montroc)
Día 10 Grand Montets y Balcones Sur
Día 11 Glaciar de Bossons
Día 11 Vuelo en parapente
Día 12 Glaciar de Bionnassay
Datos prácticos.
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