domingo, 25 de abril de 2021

Los últimos tejares tradicionales. 2021-04

Los tejares de Horcajo Medianero son una máquina del tiempo. Desde las épocas romana, visigoda o musulmana prácticamente no han variado sus materias primas, herramientas, lugares y procedimientos de trabajo.

Foto: Tejas recién formadas puestas al sol para su secado

La producción de tejas árabes, ladrillos y baldosas depende de las arcillas recogidas unos centenares de metros más allá, del amasado mediante las patas de un caballo, del uso de moldes ingeniosos, del calor del fuego aplicado en un horno sencillo y sobre todo del conocimiento de cada una de las fases del proceso de esta actividad ancestral. Las condiciones meteorológicas también juegan su papel, secando la producción antes de hornearla o echándola a perder. Todo son procesos naturales, ligados a la tierra.

Foto: Dos pilones donde se hace la mezcla o "soba" del barro mediante un caballo.

Llama la atención que las infraestructuras de los tejares son funcionales, pero bastante pobres, más cerca de la arquitectura tradicional marroquí en barro que de las que deben soportar unas condiciones climatológicas y de trabajo  extremas. Supongo que los rendimientos económicos no permiten plantearse su mejora. La única ayuda mecánica son algunas máquinas para mover las cargas.


Fotos: Baldosas recién hechas, al sol.

Según nos cuentan sus dueños, nunca les faltó trabajo, pero siempre estuvo poco pagado. Había tejares por todas partes; era una actividad ligada a la construcción en los lugares próximos y la economía rural no permitía dispendios. Algo similar ocurría con los molinos harineros o la ganadería.

Las necesidades también eran menores y permitían a muchas familias subsistir, casi siempre compatibilizando el trabajo con otras ocupaciones. Así lo hizo mi abuelo materno, en el tejar que llevaba junto con sus hermanos entre La Torre y Muñana (Ávila) hasta los años 40 del siglo pasado. Así lo hacen los tejeros actuales, que compatibilizan el negocio con ganado. 

Foto: Interior de un tejar, junto al horno.

Foto: Horno. El hueco donde está la escalera se tapa con ladrillos a medida que se va llenando.

Foto: Tejas y baldosas en el horno. Carbón en los huecos.

Foto: Horno. Separación entre la alimentación de combustible y la zona de cocido del barro.

Foto: Herramientas. A la derecha, los moldes para fabricar tejas.


Todo apunta a que estamos en los últimos años de los tejares tradicionales. Se trata de un trabajo duro y nadie se plantea de momento seguir cuando lo dejen los tejeros actuales. Desafortunadamente, se perderán los conocimientos y los tejares desaparecerán.

Foto: Hueco de alimentación de combustible del horno.

Del mismo modo que la Unesco declaró patrimonio de la humanidad las técnicas de construcción con piedra seca, las prácticas y métodos de trabajo de los tejeros han estado presentes entre nosotros desde la prehistoria, han tenido una importancia vital en la construcción y el paisaje. La transmisión de estos conocimiento también debería ser considerada patrimonio de la Humanidad. 

Aparte de animar a los organismos e instituciones que procedan a que activen esta petición, también creo que las autoridades provinciales y/o regionales deberían hacer lo posible por proteger estos lugares como el valor cultural que son. En mi opinión, debería subvencionare su mantenimiento para que sigan produciendo y a la vez permitan hacer visitas guiadas que no interfieran en el trabajo. Es preferible hacerlo así que no dejar que se pierdan y después reconstruirlas o hacer un museo, como muy probablemente ocurrirá en el futuro.

Por otro lado, hay que considerar que la producción artesanal es cada día más apreciada, tanto que los pequeños defectos o irregularidades de ayer hoy son utilizados como elementos de distinción y naturalidad. Tal vez sea esta una línea que ayude al repunte económico de estas joyas patrimoniales.

(Todas las fotografías se han hecho con el permiso de los tejeros. Aunque sea algo obvio, no se debe entrar en ellos sin su autorización).

miércoles, 14 de abril de 2021

Ribera del Pasadero-Arribes del Tormes 2021-04

Hoy toca un recorrido variado y espectacular en las Arribes. Veremos la explosión primaveral de colores, antiguas construcciones, caídas de agua espectaculares, miradores sobre cañones, aves y sorprendentes formaciones geológicas.

La primera vez que llegamos a la cascada del Desgalgadero, en Villarino de los Aires (Arribes del Duero en Salamanca) nos quedamos sorprendidos por la cantidad de construcciones que aparecían por las laderas. La multitud de callejas, chozos, corrales y majadas dan testimonio de la importancia económica que tuvieron la ganadería y la agricultura. 

Ahora, el comienzo del recorrido es un molino harinero bien rehabilitado, el de la Ribera del Pasadero. Las escobas blancas florecidas dejan el campo con el aspecto de una nevada. El terreno se inclina, surgen grandes roquedos que sugieren formas de animales.


De camino "la puente del Pasadero", construida con lanchas de piedra pero que se sustenta sobre arcos  abovedados. A pesar de su apariencia débil, el desgaste de las estrechas piedras indica el servicio que ha dado desde hace muchos años.



Vemos surgiendo en varios puntos una planta de las que llaman la atención, el orobanche. A pesar de su aspecto inofensivo, se trata de un peligroso parásito. Carece de clorofila y provoca daños en en las plantas huéspedes. En África y en el sur de España ha provocado daños enormes en cultivos de huerta provocando incluso la pérdida total de cosechas y el abandono de cultivos.


Llegamos a la cascada del Desgalgadero. El arroyo no tienen un gran recorrido, por lo que la caída de agua es muy estacional. Nada que ver con la visita que hicimos hace un par de meses


Lo que ahora sí está es la vegetación. Se ven surgir los brotes y flores de quejigos, arces de Montpellier, espino albar, encinas, robles, cornicabras. Las gamonas están por todas partes alzando sus tallos. También se ven sellos de Salomón, saxífragas...




Tras la cascada, el curso del arroyo se cruza por una pasarela junto a un antiguo molino. Desde allí, el agua ha tallado un cañón profundo y lleno de saltos, pozas y rápidos. La vegetación dificulta ver el fondo en esta época del año, pero es igualmente un gran espectáculo. El camino junto al río, precioso en cuanto a vistas, ha sido trazado y señalizado recientemente por el ayuntamiento de Villarino; aún no es muy conocido, pero sin duda lo será.



Antes de llegar al Tormes, otra pasarela permite cruzar de nuevo para llegar a los restos de una aceña que al parecer también fue usada como fábrica de luz. La parte aguas arriba del edificio se construyó como la proa de un barco para aguantar las crecidas. 

Seguimos a las llamadas "cuevas de Vendemoros", cruzando el precioso arroyo del Fraile. Las cuevas son unas curiosas oquedades donde se ve el cambio de material geológico con respecto al entorno. La erosión ha arrastrado las partes blandas dejando unos afloramientos de rocas donde se aprecian formas de primitivos fluidos minerales. Junto a ellas, un auténtico jardín natural de lirios. 




Regresamos hacia el Tormes y nos asomamos al fondo de cañón que más tarde veremos desde arriba.


El siguiente hito es alcanzar la parte alta del cañón. El Tormes encajonado es un auténtico espectáculo. Impresiona comprobar cómo el río ha conseguido tallar la muralla para abrirse paso. Los miradores son dignos de ser conocidos. 






De frente, la cascada de La Escalá, en las cercanías de Fermoselle, que también hemos visitado este invierno.


Seguimos el cresteo, que es una auténtica sucesión de lugares aéreos. El meandro del Tormes, aguas arriba, es otra imagen de armonía y fuerza de la naturaleza. 



Para completar la jornada, llegamos de nuevo a la puente del Pasadero tras pasar junto a un corral con todo el aspecto de estar protegido contra los lobos, varios chozos y los roquedos junto al los molinos.



Antes de regresar, una charca llena de ranúnculos es el lugar perfecto para contemplar a placer a los preciosos abejarucos, que ya han llegado de su migración anual. Además de las plantas, ha sido un buen día de observación de aves. Algunas especies avistadas han sido: alimoche, águila perdicera, águila culebrera, alcaudón, aviones común y roquero, golondrina, cigüeña, garza, ánade, buitre, abubilla, lavandera, abejaruco, petirrojo, carbonero, córvidos, gorriones...

En definitiva, una salida variada y muy recomendable.


En este enlace puedes acceder al track del recorrido en Wikiloc.




martes, 6 de abril de 2021

Mámoles y Fariza de Sayago. 2021-04

La imagen primaveral de ríos y charcas llenos de ranúnculos es el marco que refuerza los valores paisajísticos, naturales y culturales de Mámoles y Fariza, en la comarca de Sayago, Zamora.


La primera joya que encontramos son los lagares rupestres. En algunos se conservan las rocas talladas donde se pisaba la uva o se colocaba la prensa, así como el canal que llevaba el mosto a la lagareta, el depósito donde se recogía. Hacia el fortín del mirador del Cueto, dominando el Arribanzo, caminamos entre enebros maduros y sanos. Por una vez, debo decir que los paneles informativos son de calidad, con buenas explicaciones y datos adicionales.


Entre las construcciones tradicionales de Sayago se encuentran las fuentes, algunas muy antiguas, excavadas allí donde surge un manantial; están dotadas con escaleras de cantería para acceder al agua, cubiertas con grandes lajas y rodeadas de abrevaderos excavados en roca para el ganado.

Un corto camino bien señalizado nos conduce a los molinos de Serafín y los Fraguales. La naturaleza se muestra magnífica, con brotes y flores que surgen por todas partes. El arroyo de la Rivera llena las presas, algunas sorprendentes. La superficie del agua está llena de ranúnculos.

Los molinos están diseñados para la molienda en los momentos de crecida. Suelen tener dos canalizaciones de entrada con sendos sistemas de rodeznos. Desde la puerta se puede ver la maquinaria, aparentemente lista para su uso.




La senda sigue atravesando pontones y caminos empedrados que comunicaban los molinos. Oímos y vemos los primeros abejarucos de la temporada.



La cascada de las Lanchas de Aguas Bravas y el mirador del Testero del Burro son el siguiente objetivo. Es un lugar muy visitado donde merece la pena recrearse. Las lluvias de días pasados mantienen el cauce del arroyo. Las sucesivas caídas de agua son de gran belleza. 

Los arribes, arribas, o arribanzo del Duero, una vez más muestran la grandeza del paisaje. Una pareja de alimoches posa para nosotros, además de los omnipresentes buitres que planean sobre el abismo.




Continuamos por Fariza y su increíble dotación de molinos. Aún contando con que varios fueran copropiedad y que otros se usaran sólo en temporada como complemento de rentas, su abundancia sorprende.

El arroyo Pisón está pletórico de color, cubierto de una alfombra blanca.


Tras el repecho de la ermita del Castillo nos acercamos al mirador de las Barrancas. Impresiona ver el barranco tallado por el arroyo Pisón, que desemboca en el fantástico Duero. ¡Qué espectáculo! Cuántos lugares en el mundo tienen fama internacional sin alcanzar la magnitud, fuerza y belleza de estos paisajes, cicatrices abiertas absolutamente singulares. 


En este enlace puedes acceder a una colección más completa de fotos de este extraordinario lugar.

Los recorridos descritos son fáciles de seguir, están bien señalizados y hay multitud de tracks en Wikiloc como "Molinos de Mámoles" o "Cascada de las Lanchas de Aguas Bravas", además de los "Molinos de Fariza" o "Mirador de las Barrancas". No obstante si alguien quiere seguir el mío, que me lo pida.



viernes, 2 de abril de 2021

Río Ancares 03-2021

El Ancares se precipita desde sus fuentes bajo el pico Cuiña, en el cordal de la sierra de Ancares, en León. En su corto recorrido se une a otros cauces antes de rendir sus aguas en el Cúa, tributario del Sil.

Al menos en la parte que conozco, este curso de montaña es la imagen de la pureza. Las aguas transparentes, la vegetación de ribera y la exuberante floración forman un conjunto de extraordinaria belleza; hacen sentir armonía y tranquilidad. 

El resto del recorrido que describo es radicalmente distinto. Por una parte está el vergel del Ancares y por otra, los tramos con vegetación mediterránea, las secas laderas panorámicas donde el morado de los brezos domina el paisaje, las omnipresentes plantaciones de pinares de las zonas altas y los valores patrimoniales de un castro cántabro y unas importantes pinturas rupestres. Cuesta trabajo asimilar un cambio tan radical.

Comenzamos el recorrido en Villar de Otero, desde la misma puerta del alojamiento. Su soto de enormes castaños centenarios es la primera imagen sorprendente. Estos gigantes, presentes en casi todos los pueblos, llevan años afectados por un un hongo que les pudre el interior. Se ven gruesas ramas tronchadas y huecas. A los hongos se ha unido otra plaga "la avispilla". Frente a la segunda se está actuando mediante la suelta de un insecto que la combate; ante el hongo, no tenemos noticias de que se esté tratando, aunque sabemos que en Galicia sí están haciendo campañas de vacunación con otro hongo antagonista. Según lo que he leído al respecto, estas plagas podrían acabar con un cuarenta por ciento de los castaños de Ancares. Es una tragedia, pues estos ejemplares, aparte de su belleza y antigüedad, que atrae visitantes, producen castañas. Esta fuente de ingresos ayuda a fijar población en pueblos pequeños que están perdiendo toda actividad económica. 

Tras el castañar, una pista cruza el cerro y nos conduce al sendero circular "Senda del río Ancares", perfectamente señalizado y mantenido. El descenso hacia el río nos recuerda algunos lugares de las Batuecas. La vegetación es mediterránea, con encinas, alcornoques, madroños o jaras. Tras la fuente de las Calangras, los robles van tomando el relevo hasta llegar al río.

Cruzamos el Ancares por el "puente del Amor", arreglado con madera hace poco tiempo. Ha cambiado la temperatura, fresca y suave, y la vegetación, que ahora muestra abedules, arces, fresnos o acebos. La transparencia del agua es máxima. El sendero es una auténtica delicia; acompaña al río que baja impetuoso, pletórico por el aporte del deshielo. Las praderas están llenas de flores y son especialmente llamativas las prímulas, narcisos y anémonas.






Cruzamos de nuevo el río por el "puente Bonito 3.0" La numeración se refiere a que es la tercera reconstrucción del mismo tras sucesivas crecidas que se lo llevaron.


Tras seguir el río y sorprendernos con un afloramiento de dendritas en unas rocas (presentación de  mineral que aparece en forma arborescente y recuerda a un fósil), ganamos altura por pistas. A pesar del panorama sobre los valles resulta aburrido en comparación con el tramo anterior.

En lo alto del cerro llegamos al castro de Peña Piñera, de gran extensión, con varios recintos amurallados y buena posición defensiva. Al parecer fue un lugar de concentración de los cántabros ante el avance romano. Les sirvió de poco la fortificación ante ante el despliegue militar que se les vino encima.


Seguimos al farallón rocoso donde a finales del siglo XX se descubrieron varios conjuntos de pinturas rupestres de entre el quinto y el primer milenio aC. Se aprecian formas humanas, geométricas y animales, así como el estúpido vandalismo de algún descerebrado que ha rayado encima de alguna de ellas. Las pinturas están explicadas en paneles bien documentados y claros. Hay un pasillo de madera con barandilla para facilitar el acceso. En vista de lo anterior surge una pregunta ¿sería mejor que hubieran seguido ocultos y conservados?¿Habría que encerrar las pinturas para impedir el acceso?¿Habría que implantar algún sistema de vigilancia y endurecer los castigos a los que arrasan el patrimonio?



Desde allí, pasamos por un corral de lobos, que en este caso es un recinto circular con vallado de piedra y regresamos a Villar de Otero, con la luz ya inclinada y preciosas vistas de los valles.