viernes, 21 de octubre de 2022

Pico Susarón y bosque de la Cervatina.

El pico Susarón aparece reflejado en las aguas del embalse del Porma. El valle ofrece los colores de los chopos con su otoñada efímera y los verdes de los prados; las laderas los marrones y rojizos que ya se notan en hayas y serbales y alzándose sobre ellos, la gran atalaya de caliza blanca. 

Sin competir en altura con las cumbres de Riaño, Mampodre, Valdelugueros y San Isidro, que le rodean, su situación en el valle atrapa las miradas y atrae, como ocurre con el Gilbo en Riaño. Es una montaña prominente, altiva, que parece inexpugnable desde el sur.



El acceso más llamativo y atrevido (sin escalar) se hace por la cresta Este. Es un recorrido largo, aéreo y entretenido. Hay que ir con precaución en las pequeñas trepadas. A nuestro lado los buitres van tomando las térmicas y aparecen súbitamente junto a la arista. También se deja ver un rebaño de rebecos. 

Las imágenes que se descubren al ganar altura son de una gran belleza. Puebla de Lillo, Redipollos y Cofiñal aparecen intermitentes entre las nubes, como el valle a nuestros pies y las montañas que nos circundan.



Seguimos el cresteo navegando entre la nube, que sólo en la cumbre nos permite un visión fugaz del valle. Hacemos el descenso por el marcado camino del lado oeste. Nuevamente las nubes descubren el escenario y aparecen montañas y bosques. 



En el collado comenzamos a disfrutar del hayedo de la Cervatina, con vistas ocasionales sobre lugares de nombres evocadores como la Peña de la Osa y el arroyo de Ruidosos. No son sólo las hayas y el camino sobre la alfombra de hojas, también vemos robles formidables, acebos y serbales que revientan de color con los frutos maduros y las hojas rojizas.




La pista nos conduce hasta el tejedal de la Cervatina. Es una zona protegida de los herbívoros donde han sobrevivido ejemplares enormes de tejo alrededor de los cuales prosperan multitud de otros de pequeño tamaño. Son árboles de gran envergadura y grosor. Crecen aislados intercalados con  hayas, acebos y algún roble. Si bien el lugar no tiene la magia de Tosande o el Tejedelo, sin lugar a dudas merece ser visitado.


Descendemos por el hayedo hacia Puebla de Lillo y el punto de inicio junto a la cresta del Susarón por pista y sendero variado. Durante todo el recorrido, la luz, los cambios en el paisaje y la vegetación nos ha incitado a ralentizar el paso.

En este enlace puedes acceder al track.

Y aquí, a una colección de fotos más completa de la jornada.