sábado, 30 de octubre de 2021

Senda del Cartero, el Toyu, Peña Salón y sedos Vibolines.

Hace algunos año hicimos el recorrido de los sedos vibolines junto al desfiladero de los Beyos. Nos pareció precioso, aéreo y sorprendente. Ahora vamos a completarlo con el paso por otro sedo "el Toyu" y la subida a Peña Salón.

Este es uno de los circuitos "obligados": un camino en el que se pasa por sendas históricas, oquedades que aprovecharon las debilidades de las paredes calizas para comunicar pueblos, pasos estrechos que se pegan a las paredes verticales, una cumbre con vistas soberbias, pueblos abandonados, joyas patrimoniales y árboles que -sin tener la declaración de singulares, ni falta que les hace- lo son.

El sendero se inicia a un kilómetro de Puente Vidosa, en el desfiladero de los Beyos, dirección hacia Sajambre y termina en el mismo desfiladero, algo más de un km más lejos. Conviene utilizar dos coches para evitar tener que caminar por el arcén de la carretera. Hay espacio para uno o dos vehículos en ambos puntos. 

El sendero arranca con una fuerte subida. Estando seco no presenta ningún problema. No me atrevo a decir lo mismo si está mojado. En un punto estrecho, una cadena aumenta la seguridad.

Tras la explosiva subida llegamos a Biamón, la primera aldea semiabandonada. Sólo vemos una casa arreglada y unos cachorros de perros que parecen sorprendidos de ver subir a alguien por el camino. Las antiguas calles del pueblo están llenas de zarzas, ortigas y matorrales, las ventanas, algunas con cristales, aunque rotos, muestran que no hace tanto tiempo que allí vivía gente. Un tractor con remolque parece empezar a mimetizarse con la vegetación, abandonado, como el pueblo. 

Seguimos la fuerte subida hacia el collado Nochendi, primeras vistas de los valles de Ponga. 

El sendero rodea la montaña y pasa bajo un hayedo. La ubicación al norte y la humedad han creado un lugar donde los troncos están cubiertos de musgo. El contraste entre el collado soleado y el bosque es muy fuerte. Bajan bruscamente la temperatura y la luz. Los grandes troncos se extienden a ambos lados del camino creando imágenes muy hermosas. 

A la salida del bosque recuperamos la temperatura y las vistas abiertas. Estamos en la Sierra del Toyu. A nuestros pies, una barrera caliza y el valle de Viegu. Detrás, centinela de Ponga y Redes, el Tiatordos. El paso no sería posible si no fuera por la oquedad que agrandaron los habitantes de los pueblos para comunicar Biamón con Ponga. Una cueva atraviesa la pared y sale a un estrecho paso, un sedo, como aquí se llaman estos caminos. Por debajo, para llegar a la ladera, han puesto cadenas para agarrarse que vienen bien.


Continuamos rodeando la muralla y llegamos a un camino tradicional que ha sido usado por caballerías y personas y que se ha mantenido muy bien en general. He visto que se llama Camín del Llaciu, aunque en el collado superior al que nos dirigmos dice que es el camino de la Boya, y la collada, el paso de la Gorgoleta.


Peña Salón queda a un tiro de piedra. Si alguien piensa que con ese nombre no puede ser una cumbre atractiva, está equivocado. La sierra se inclina por el noreste y cae en picado al lado contrario sobre Ponga. Es fácil sentirse un ave cuando se ve Viegu desde las alturas. Las cumbres de Ponga a un lado y al otro el macizo Occidental de Picos de Europa hacen que sea un pico magnífico.



La sierra está atravesada por una línea de energía de alta tensión. Aunque tiene balizas redondas para que la vean las aves, somos testigos de cómo un buitre se choca contra una de las balizas en el collado inferior. Debió de golpear con un ala al batir, porque aparentemente no se lesionó.

Tras disfrutar de la cumbre, regresamos por nuestros pasos y nos dirigimos hacia Víboli. 

El siguiente punto de interés es un fantástico arco natural que aparece en el contrafuerte que cae hacia la hoz de los Andamios. Llama poderosamente la atención.



En Víboli, comemos bajo el tejo centenario, junto a los antiquísimos horreos beyuscos, que presentan similitudes con los de Sajambre o Valdeón por su tamaño y cubierta a dos aguas. Es impresionante ver cómo se adaptaron a las laderas compensando el desnivel con pegollos (columnas de apoyo) de diferentes dimensiones y factura.

En el camino de regreso nos encontraremos con la última barrera: los Vibolines. Aquí, dos tramos de camino estrechos y difíciles de imaginar si no se camina por ellos, nos permiten subir por la pared. El segundo también aprovecha una cueva intermedia. 



Me pregunto cómo convencí para pasar por aquí a Carmen, hace algo más de una década, cuando no existían las cadenas que ahora dan bastante seguridad. El precipicio está junto a los pies y hay que ir con mucha precaución. Son pasos magníficos, delicados, que aumentan la adrenalina pero con un ambiente extraordinario. Lo mejor de todo es que no son caminos que se hayan creado para senderistas; son caminos tradicionales que fueron atravesados de forma cotidiana por personas que vivían en el valle. Me quito el sombrero ante quienes abrieron estos pasos.

Bajo robledal llegamos a Casielles, pueblo al que se accede por una carretera que parece un ovillo de hilo y a la aldea abandonada de Caviella, donde alguna casa aún conserva los enseres polvorientos y bajo tejados arruinados.

El camino, bien trazado y con fuerte descenso nos lleva a finalizar en el desfiladero de los Beyos.

Hacer una marcha como esta ya es por si mismo un premio, no obstante, en Cangas de Onís nos esperaba otro premio en forma de cena en una magnífica sidrería.

En este enlace puedes acceder a una colección de fotos más completa.

Y en este enlace puedes acceder al track del recorrido


viernes, 29 de octubre de 2021

Pico Jario

Hay pocos lugares que compensen tanto con un esfuerzo pequeño. El Jairo es una cumbre modesta, pero situada estratégicamente frente a Peña Santa de Castilla y Torre Bermeja.

El acceso más sencillo es desde el puerto de Panderrueda. Un corto paseo nos deja en el mirador de Piedrashitas, balcón sobre los bosques de Valdeón y las cumbres del macizo Central de Picos. Para disfrutar más es requisito necesario prescindir de la visión de la fea masa de hormigón en la que está construido el mirador.


Una senda asciende con suavidad salvando cerros, collados y bosques. El camino está poco transitado, de hecho, yo no me encontré a nadie. Sólo coincidí con un par de rebecos desprevenidos y unas perdices.

Los poco más de 600 m de desnivel se salvan sin enterarse, embelesados como vamos con las vistas que el camino nos va ofreciendo. Sólo en un par de puntos hay que aumentar la precaución antes de llegar a la cumbre. La cómoda subida es el contraste absoluto con la última ruta que hice en Valdeón.

Tenemos Vegabaño debajo, las paredes calizas del macizo Occidental enfrente sobre las que destaca Peña Santa de Castilla y el bloque de Peña Bermeja delante. Al lado contrario, Sajambre, Los Beyos, Redes y multitud de cumbres. 


La cumbre es redondeada, cómoda. Es un lugar donde apetece quedarse, contemplando los colores del otoño y el horizonte de bosques y montañas que parece no tener final.


Para mi es un día de transición. Dejo Valdeón para ir a Cangas de Onís. Tengo todo el día, que además me ha regalado una atmósfera limpia y una temperatura suave. Decido regresar rodeando por los bosques que unen Oseja de Sajambre con el Puerto.

El descenso, primero por parderas y luego por un sendero entre tojos y aulagas que no se puede abandonar en beneficio de las piernas, me deja en un collado desde donde bajo al hayedo.



El camino por el bosque es fantástico, aunque se me hace un tanto largo, pues se pierde mucha altura. Lo que planteaba como un paseo sencillo pasa a ser un poco más duro. 

Recorrimos este camino hace ahora un  año y lo disfrutamos escuchando la berrea de los ciervos. Recomiendo hacerlo desde Oseja, subiendo al puerto y regresando por el Pico de Ten (no confundir con Peña Ten, este ocupa el centro de Sajambre, tiene un cable y peldaños para ayudar a subirlo y su altura es de sólo 1223 m). Hay que seguir la senda del Arcediano. Tras el  Pico Ten se regresa cerca de Pío de Sajambre hasta Oseja.


A pesar de belleza del hayedo, siento un cierto alivio al regresar a las praderas del puerto, donde pastan los percherones.

En este enlace puedes acceder a una colección de fotos más completa.

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viernes, 22 de octubre de 2021

Torre Salinas - Torre de Liordes - El Friero.

Muchas rutas de las que hacemos nos dejan poso. Disfrutamos de todas, sean fáciles o difíciles, pero algunas marcan. Esta es una de ellas.

Cuando subo desde Pandetrave por Valcavao veo la espina dorsal de un monstruo gigante; ha quedado petrificada entre el valle de Valdeón y la Vega de Liordes. Vértebras, escamas, garras y cuernos parecen querer escapar de la tierra. Algunos llaman al conjunto los picos del Friero y a su continuación, las Peñas Cifuentes. 

Dos días atrás habíamos tenido otra perspectiva. Desde la atalaya de Torre Bermeja parece una primera muralla defensiva. Tras ella, el foso de la canal de Asotín y detrás, nítidamente separadas, el conjunto de moles calizas de Torrecerredo, Los Cabrones, La Palanca o el Llambrión con sus incontables torreones y almenas.

Según me voy acercando gana peso la imagen de muralla y entro en la fortaleza, como debe ser, por la puerta, la canal de Pedavejo o -para ser más exactos- por el sedo, una entrada de servicio donde hay que echar las manos, para ir cogiéndole el gusto. A ambos lados, el cuerpo de guardia, formado por el Tiro Pedavejo y la Torre Salinas.

La cresta se inicia con un paso de escalada sin complicaciones. Desde allí, el espectáculo de los recorridos aéreos comienza. La cresta es sencilla, pero se estrecha en algunos puntos y muestra paredes verticales junto a los pies. Hay que disfrutarla.


Se llega sin problemas a la primera cumbre del día, la Torre Salinas. Las imágenes de una violenta belleza se suceden a ambos lados.



Desciendo hasta el pasaje de las Traviesas de Salinas. El GPS me confunde y asciendo por una canal equivocada. No importa; la ventana a la que me asomo me ofrece vistas originales a la cara norte de la cresta. Paredes inmensas, el verde de la Vega de Liordes y de frente, Peña Vieja con la Padiorna en primer término.


Rectifico, asciendo por la canal adecuada que se identifica bien por una gran roca encajada en su parte alta y gano la cumbre de la Torre de Liordes tras algunas trepadas.


Aquí el paisaje se enriquece con el Friero. Hacia el sur, una visión amplísima me ofrece montañas sin fin, desde el Curavacas a un lado al Tiatordos en el lado contrario.

¡Qué terraza sobre los Picos de Europa! ¿Puede haber algo más salvaje, más atrayente?



El descenso desde la Torre de Liordes tiene alguna dificultad que hay que acometer con precaución. Una cuerda de 30 m viene bien para hacer un rápel que está montado.

Llego a la collada de la Chavida y comienzo el ascenso del Friero por su vía normal, rodeándolo por el norte. Las sorpresas que reserva la ascensión dejan con la boca abierta. El abismo del Cares, la belleza de Peña Santa de Castilla y Torre Bermeja, las nuevas perspectivas del macizo Central y toda la cresta erizada que he ido dejando detrás ¡qué barbaridad! ¿Pero en serio que yo he ido por ahí?





En el descenso, disfruto de cada paso, me paro en cada terraza, ya sabiendo que no encontraré problemas, que voy con tiempo sobrado y que la meteorología se ha aliado conmigo para tener un día inolvidable.



Tras la Collada de Chavida regreso al Collado de Valdeón. Bueno, no es la mejor opción para bajar. Es preferible ir directos hacia el km 14 de la carretera, junto a Santa Marina de Valdeón. Se descienden 400 m más, pero se evitan pedreras y laderas incómodas sin sendero claro. Para la próxima vez lo haré así. Porque -con seguridad lo digo- volveré otra vez.

Aquí puedes acceder a una colección de fotos de esta fabulosa ruta.

Aquí puedes acceder al track del recorrido. Mucha atención a las advertencias que pongo en la descripción de Wikiloc.