viernes, 21 de agosto de 2020

Collado Jermoso, verano 2020

Collado Jermoso es otro de los lugares imprescindibles de Picos de Europa. El refugio está situado en una pequeña pradera inclinada, balcón vertiginoso que se asoma sobre la Riega de Asotín, Valdeón, el comienzo del Cares y el macizo Occidental. Por todas parte se ven abismos y riscos verticales.

El teleférico de Fuente Dé nos aupa 750 m a primera hora de la mañana. Merece la pena madrugar para coger alguno de los primeros viajes y caminar con el fresco. Tras los Hoyos de Lloroza y la canal de San Luis, llegamos al collado del Pico de la Padiorna. La vista aérea desde la cumbre sobre la verde Vega de Liordes muestra un fuerte contraste con la caliza de Peña Remoña y los blancos picos encadenados que se muestran de frente apuntando hacia Valdeón.



El sendero, discreta y suficientemente señalizado, pasa junto a algunas simas y se junta con el que viene de los Tornos de Liordes. Llegamos a las Colladinas, suave sucesión de subidas y bajadas vigiladas de frente por las Torres de Salinas, Liordes o el Friero. Cada curva del camino muestra una sorpresa, como el lago Bajero o los contrafuertes del Llambrión. 



Súbitamente aparece el refugio, como un nido sobre el Argallo Congosto. Aquí no me queda más remedio que contar una batallita: tres amigos veinteañeros habíamos ido a pasar unos días a Picos, con intención de hacer varias actividades fuertes (incluyendo la escalada al Naranjo de Bulnes). Hacía tiempo que estábamos enganchados a la montaña y nos comíamos el mundo. Picos era un objetivo de aventura, más desde nuestra memorable primera experiencia en Fuente Dé (que dejé escrita en este post).

El caso es que entramos por Cordiñanes con nuestros mochilones, pertrechados con botas de cuero, camping-gas, comida para varios días, cuerdas y el entonces pesadísimo material de escalada. ¿Por qué entrábamos desde un lugar tan bajo? pues porque íbamos donde encontrábamos transportes públicos y lugar donde dormir (una iglesia con atrio). 

Tras el precioso tramo de la rienda de Asotín y el Hayedo, la niebla bajó ya para no dejarnos hasta la noche. Nuestro objetivo este día era llegar a Collado Jermoso. No recuerdo la fecha pero si sé que el refugio estaba cerrado; confiábamos en usar la zona abierta o dormir al lado.

Obviamente no existían los GPS; nos orientábamos con las descripciones de los mapas de Alpina y con una brújula. Con niebla cerrada y sin forma de saber la altura, no era de mucha ayuda. Tras una paliza considerable nos encontramos en lo que creíamos que eran las Colladinas. El problema es que además de niebla, comenzó a caer algo de nieve. La inquietud se fue haciendo mayor y mayor a medida que avanzábamos, supuestamente hacia el refugio, pero sin ninguna seguridad de que estuviéramos siguiendo el recorrido correcto, por tramos nevados, con frío, sin ver a veinte metros y con la tarde ya cayendo. En un momento dado, decidimos dejar de buscar el refugio. Se imponía perder algo de altura y buscar un lugar seguro donde vivaquear. Lo mejor que encontramos fue una praderita inclinada que terminaba en un barranco por donde se precipitaba el agua. Muy seguro... no es que fuera, pero era imposible continuar salvo que montáramos un rápel, que por otra parte no sabíamos a dónde nos llevaría. Lo más prudente era aguantar allí.  Como estas cosas no vienen nunca solas, se nos averió el camping-gas, así que dimos cuenta de las provisiones "sólidas". 

Montamos el vivac colocando unas piedras en el borde del precipicio. Como seguridad adicional aseguramos una cuerda que dejamos dentro de cada saco, enlazada a la cintura; no es que fuéramos a caer, pero era fácil ir resbalándose hacia abajo durante la noche y la cuerda servía como aviso para recuperar una posición segura. 

Lo mejor comenzó con la llegada de la noche. La niebla bajo y formó un mar de nubes que se quedó justo bajo nosotros. La luna iluminaba el aparente valle horizontal que se había creado a nuestros pies y las torres inmensas que nos rodeaban por todos lados. Aún con los inconvenientes que habíamos tenido, la noche fue increíblemente hermosa.

Por la mañana no había ni rastro de nubes. Cuando estábamos recogiendo nos llevamos otra sorpresa: habíamos vivaqueado en una ladera del Argallo Congosto, con el refugio de Collado Jermoso justo enfrente de nosotros, elevado apenas 50 m. Si hubiéramos continuado veinte minutos más el día anterior ¡nos lo hubiéramos encontrado! Claro que, en ese caso, la anécdota no hubiera tenido tanto contenido. ¿Cómo no tener un recuerdo fabuloso de este lugar?

Dos de los protagonistas de esta anécdota: Jose Truji, primero agachado por la izquierda y yo, Javier San Sebastián, sentado delante. Los demás de la foto son Félix García (Escubi) detrás de mí, a su lado mi hermano Jose Ramón y de pié, Luis Martín, con sombrero y Fernando Población (Pobla).

Volviendo a este verano, descansamos en la Torre Jermoso, sobre el refugio. Vemos la niebla abajo, sobre el Cares y algunas nubes que dan puntos de sombra aquí y allá. En el regreso, acompaño a Carmen a la cumbre de la Padiorna. No cuesta ningún trabajo subir y las vistas son realmente gratificantes, como todas las de esta jornada.

Además, para completar el día, vemos a placer a un quebrantahuesos, que planea plácidamente junto a nosotros.

En la llegada al Cable encontramos el único "pero" de la jornada: una cola de noventa minutos para coger el teleférico de bajada; de haberlo sabido, hubiera preferido bajar por el camino minero de los Tornos de Liordes.

En este enlace puedes acceder a una colección de fotos de la jornada.


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