martes, 4 de agosto de 2020

Costa Quebrada, Cantabria. 2020.

La Costa Quebrada es un lugar de gran interés geológico y paisajístico que se extiende entre las dunas de Liencres y la península de la Magdalena en Santander. 


El empuje de los movimientos tectónicos ha dejado al descubierto estratos que se crearon durante los últimos 125 millones de años. Una historia tan larga, no es sencilla de comprender, aunque ayudan los carteles y la web del geoparque. Desde las primeras formaciones identificables procedentes de las aguas tropicales del mar de Thetys se han sucedido aportes sedimentarios, elevaciones, desplazamientos, hundimientos, erosiones de todo tipo y extinciones masivas que han dejado su huella impresa en las rocas.


La paciente y brutal fuerza del mar va modificando la forma costera, modelando acantilados, provocando desplomes, creando oquedades, esculpiendo paisajes que resultan de la mayor o menor resistencia de las calizas frente a las margas arcillosas. 

El resultado, aparte de la información científica, es de una sorprendente y turbadora belleza.


En nuestras vacaciones costeras, habíamos elegido Cantabria, casi en función del alojamiento que pudimos encontrar. El caso es que nos alojamos en Suances. El día de llegada vimos las playas de los Locos y la Concha y recorrimos parte de su ría. Decidimos hacer nuestra primera visita a la Costa Quebrada, siguiendo un camino junto al mar de unos 20 km. La idea original era que, en función de las paradas, lo haríamos en uno o dos días para después recorrer otros lugares. Sin embargo, tras la primera experiencia, volveríamos los cinco días de la estancia.

El acceso a la playa de Covachos, en Soto de la Marina, es a través de un sendero que acaba en unas escaleras de hormigón. Allí, en función de la altura de la marea, se puede o no se puede pasar: hay que tener en cuenta que la diferencia entre bajamar y pleamar supera los tres metros.


Pasamos a través de las rocas para llegar a la playa, que en este lugar es un tómbolo: una franja de arena une la isla del Castro con los acantilados. Hay un total de tres personas. Trepamos a la isla y volvemos para darnos un baño magnífico, en soledad y en un lugar único. Otra sorpresa es que tanto la temperatura del agua como la salida son muy agradables.

La visión desde lo alto de la bahía de Covachos es de postal, con sus formas redondeadas provocadas por el desplazamiento de las arenas. También resulta chocante ver a gente "paseando sobre las aguas".



Hacia el Oeste se sitúa Arnía. La playa queda en la parte derecha, pero en la izquierda hay una barrera exterior formada por las calizas que aguantan los embates del mar, y tras ella, una plataforma de abrasión donde las zonas de margas blandas van desapareciendo y las capas más duras aguantan. El resultado es que se forman grandes piscinas ¡de uso individual! Allí disfrutamos, aparte de los baños, del cambio visual que provoca la subida de la marea.




No nos privamos de trepar a uno de los espolones calizos que abrazan Arnía antes de continuar. Las formas costeras alcanzan aquí uno de sus lugares más fotografiados: La Baselga. Las calizas más resistentes aguantan formando "urros" o islotes entre los que destaca el arco del Canto del Diablo.


Llegamos a Portío, con sus estratos mostrándose como un enorme hojaldre de colores. Aquí el baño es un tanto frustrante, pues el agua está más turbia e incluso sucia. Al menos estos días de finales de julio, tenemos la experiencia de que el agua estaba transparente y limpia por la mañana y se ensuciaba al caer la tarde.


El siguiente día seguimos desde Portío hacia Somocuevas. En algunos tramos las urbanizaciones están al borde del litoral, interfiriendo irremediablemente y provocando problemas.


En Somoscuevas también hay dos lados, una parte rocosa a la derecha, ideal para el buceo superficial, por sus formas, fondos, vegetación y fauna marina y una cala preciosa a la izquierda, arenosa, cerrada por una barrera donde el agua se abre paso por una cueva. Aquí vimos a placer dos pulpos.



Seguimos el camino hacia Pedruquías, otra preciosa ensenada donde se aprecia el proceso de erosión y la diferente resistencia de los materiales como en ningún otro lugar. Pasamos junto a dos hundimientos interiores donde el mar ha perforado un paso mostrando su primera fase de avance hacia el interior.



Estamos cerca de Altamira, así que esa tarde habíamos reservado para visitar la neocueva y el museo. Si tenemos en cuenta que la cueva original no se puede visitar (Carmen tuvo el privilegio de hacerlo hace décadas), la experiencia merece la pena, pues la recreación es magnífica.

En otras jornadas repetimos en Covachos ¡qué placer de lugar! El segundo día estuvimos solos durante más de una hora (y después con otras cinco personas). También regresamos a bucear a Somocuevas, conocimos el parque natural de las dunas de Liencres, paseamos por la elevación de La Casuca hasta la playa de San Juan de la Canal con vistas sobre acantilados, urros e islas con estratos casi verticales y visitamos otro tómbolo de la isla de la Virgen del Mar, esta vez más humanizado, pues es prácticamente un parque de Santander.


A pesar de estar fuera del geoparque, hay otros lugares próximos con mucho interés que también merecen ser conocidos, como la playa del Sable en Tagle, la ermita situada bajo un pequeño anticlinal en la playa de Santa Justa o la punta Ballota, donde vimos un bonito atardecer.



No hay comentarios:

Publicar un comentario