Cuando hicimos nuestra primera visita a Dolomitas, tuvimos unas sensaciones de asombro, incredulidad y entusiasmo que deseábamos compartir con algunos de nuestros amigos.
Planteamos el viaje con la idea de recorrer lugares relativamente cercanos a nuestros puntos de alojamiento.
Las distancias no son grandes, pero los tiempos de desplazamiento sí lo son. Las carreteras comunican los valles a través de puertos con grandes desniveles, llenos de curvas numeradas (“tornantes”) bien conocidas por los aficionados al ciclismo. Teníamos la experiencia de saber que los viajes se alargan porque inevitablemente nos paramos a disfrutar de paisajes que nos dejan boquiabiertos.
Así pues, decidimos alojarnos en tres lugares separados, Falcade, el refugio Rosetta y Misurina, para poder centrarnos en recorridos cercanos. Es preferible centrarse en pocos lugares antes que intentar abarcarlo todo, lo que sería una tarea imposible salvo que estuviéramos mucho más tiempo que los once días de que disponemos en nuestro viaje.
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22 de agosto, cima Caladora. El jueves 22, volamos a Venecia. Poco después de las once de la mañana ya estábamos recogiendo los vehículos de alquiler para dirigirnos a nuestro primer alojamiento en Falcade, al suroeste de los Dolomitas.
Tal y como habíamos previsto, tras dejar las maletas en los apartamentos, vamos a nuestro primer recorrido. Salimos desde el paso Valles para hacer una subida sencilla a la cima Caladora, dando vista por primera vez a la parte norte del grupo de la Pala de San Martino.
Las nubes entraban y salían, dejándonos vez las blancas paredes de las montañas desde un mirador magnífico.
Aquí puedes acceder a una colección de fotos del día 22.
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23 de agosto, Sassolungo. Nos dirigimos hacia el passo Sella, donde tomamos un anacrónico remonte con cabinas de dos plazas (yendo apretaditos). La misma portilla es el comienzo de la ruta que rodea el Sassolungo. Un descenso fuerte y bien trazado nos deja primero en el Vicenza, un refugio con un precioso emplazamiento como veremos que ocurre con la mayoría de ellos.
El sendero rodea la montaña. Las vistas sobre los valles y montañas forman postales de gran belleza. Antes del descenso paramos en el refugio Emilio Comici. Si las cabinas del primer remonte llevaban al pasado, este refugio lleva al futuro. Pocos hoteles de cinco estrellas tienen los lujos de este, desde los equipamientos gratuitos para arreglar bicis, las colchonetas para tumbarse o unos servicios ejemplares, impolutos y donde no hace falta tocar nada.
Por la tarde, hacemos un recorrido por el sendero de Viel del Pan, desde el passo Pordoi. Las nubes van cerrando la vista hacia el glaciar de la marmolada y la tormenta se acerca. Damos vista al lago di Fedaia y regresamos. Algunos nos libramos de la lluvia "acogiéndonos a sagrado" en una oportuna capilla ya muy cerca del final de la ruta.
Antes de regresar, paramos en Canazei, que tiene algunos edificios notables, algunos construidos en madera y otros con estucos y pinturas. Lo que más llama la atención son los balcones. Por todas partes están llenos de flores. También nos sorprende que en el cauce del río haya montones de nieve acumulada, como retirada por los quitanieves ¡en agosto!
En este enlace puedes acceder a una colección de fotos del día 23.
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24 de agosto, Nuvolau, Averau y Cinque Torri. Vamos en sentido contrario hacia el passo Giau. Subiremos al Nuvolau, algunos por la forcella Averau y otros por la ferrata Ra Gusela. Las nubes van abriendo y cerrando el telón sobre las Cinque Torri y las Tofanas.
Hacemos una reconfortante parada en el nido de águilas que es el refugio cimero, el más antiguo de Dolomitas (no os perdáis las salchichas a la plancha). Desde allí, unos vamos al pico Averau al que se accede por una corta ferrata y otros hacia Cinque Torri.
El panorama y las propias ascensiones a ambos picos compensan sobradamente el pequeño esfuerzo.
En Cinque Torri recorremos algunas trincheras y restos de construcciones bélicas de la Primera Guerra Mundial. Los frentes se movieron durante años entre cumbres, valles y paredes. Los dos ejércitos perforaron montañas hasta extremos increíbles para acceder a posiciones de control y para reventar montañas enteras con soldados incluidos. El origen de las vías ferratas fueron los accesos artificiales que se crearon para poder acceder a las galerías y "cengias" o fajas fortificadas.
Estos restos reconstruidos y especialmente los del Lagazuoi Piccolo muestran el absurdo esfuerzo por matar, que no tuvo ninguna recompensa territorial para quienes terminaron dominando las montañas.
En el primer viaje que hicimos se nos puso la piel de gallina en algunos lugares, especialmente en la Marmolada, donde el glaciar que se había retirado nos dejó ver restos que incluían alambradas de espino, latas e incluso alguna bota de soldado. Quien vaya a viajar a Dolomitas, debería conocer al menos parte de esta historia.
Pinchando aquí, accedes a una colección de fotos del día 24.
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Sigue en "Dolomitas 2019-2 Catinaccio y macizo Pala de San Martino"
Las nubes entraban y salían, dejándonos vez las blancas paredes de las montañas desde un mirador magnífico.
Aquí puedes acceder a una colección de fotos del día 22.
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23 de agosto, Sassolungo. Nos dirigimos hacia el passo Sella, donde tomamos un anacrónico remonte con cabinas de dos plazas (yendo apretaditos). La misma portilla es el comienzo de la ruta que rodea el Sassolungo. Un descenso fuerte y bien trazado nos deja primero en el Vicenza, un refugio con un precioso emplazamiento como veremos que ocurre con la mayoría de ellos.
El sendero rodea la montaña. Las vistas sobre los valles y montañas forman postales de gran belleza. Antes del descenso paramos en el refugio Emilio Comici. Si las cabinas del primer remonte llevaban al pasado, este refugio lleva al futuro. Pocos hoteles de cinco estrellas tienen los lujos de este, desde los equipamientos gratuitos para arreglar bicis, las colchonetas para tumbarse o unos servicios ejemplares, impolutos y donde no hace falta tocar nada.
Antes de regresar, paramos en Canazei, que tiene algunos edificios notables, algunos construidos en madera y otros con estucos y pinturas. Lo que más llama la atención son los balcones. Por todas partes están llenos de flores. También nos sorprende que en el cauce del río haya montones de nieve acumulada, como retirada por los quitanieves ¡en agosto!
En este enlace puedes acceder a una colección de fotos del día 23.
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24 de agosto, Nuvolau, Averau y Cinque Torri. Vamos en sentido contrario hacia el passo Giau. Subiremos al Nuvolau, algunos por la forcella Averau y otros por la ferrata Ra Gusela. Las nubes van abriendo y cerrando el telón sobre las Cinque Torri y las Tofanas.
Hacemos una reconfortante parada en el nido de águilas que es el refugio cimero, el más antiguo de Dolomitas (no os perdáis las salchichas a la plancha). Desde allí, unos vamos al pico Averau al que se accede por una corta ferrata y otros hacia Cinque Torri.
El panorama y las propias ascensiones a ambos picos compensan sobradamente el pequeño esfuerzo.
En Cinque Torri recorremos algunas trincheras y restos de construcciones bélicas de la Primera Guerra Mundial. Los frentes se movieron durante años entre cumbres, valles y paredes. Los dos ejércitos perforaron montañas hasta extremos increíbles para acceder a posiciones de control y para reventar montañas enteras con soldados incluidos. El origen de las vías ferratas fueron los accesos artificiales que se crearon para poder acceder a las galerías y "cengias" o fajas fortificadas.
Estos restos reconstruidos y especialmente los del Lagazuoi Piccolo muestran el absurdo esfuerzo por matar, que no tuvo ninguna recompensa territorial para quienes terminaron dominando las montañas.
En el primer viaje que hicimos se nos puso la piel de gallina en algunos lugares, especialmente en la Marmolada, donde el glaciar que se había retirado nos dejó ver restos que incluían alambradas de espino, latas e incluso alguna bota de soldado. Quien vaya a viajar a Dolomitas, debería conocer al menos parte de esta historia.
Pinchando aquí, accedes a una colección de fotos del día 24.
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