El trayecto desde Salamanca hacia las sierra de Francia, las Quilamas o las Batuecas nos lleva a través de varias zonas biológicas muy diferentes. Partimos de la llanura cerealista que poco a poco se convierte en dehesas de encinas. Cuando el terreno comienza a ondularse, nos adentramos entre robles que pasan a ser bosque mediterráneo. Tal variedad biológica y de paisajes en una distancia tan corta siempre me ha maravillado. En ocasiones, como en esta primavera, los cambios de colores parecen cambiarnos también de estación.
En esta ocasión vamos a recorrer caminos en el corazón de las Quilamas. Haremos una ruta circular entre San Miguel y Valero pasando por antiguos -y casi perdidos- caminos tradicionales y acompañando al Arroyo Quilamas.
Iniciamos el recorrido en San Miguel de Valero, junto a la escultura que evoca la leyenda del rey Rodrigo y la reina Quilama. Muy cerca, un costoso indicador metálico nos señala como "catedral viva" un castaño... muerto. No se ha sabido o podido mantener con vida el árbol. Desconozco si se hubiera podido salvar, pero resulta anacrónico ver juntos el magnífico indicador mostrando el castaño seco. En otra ocasión contaré la triste historia del roble gordo de Navalonguilla, una auténtica joya que se cargaron al hacer un canal junto a su base y que -eso si- sigue muy bien señalizado en el pueblo.
Dejamos el camino que nos llevaría hacia la Honfría para girar hacia las Eras de la Peña del Izquierdo. Hay una antigua senda, que todavía se puede seguir, aunque con dificultad. Las jaras la han tomado y si no se remedia se perderá en poco tiempo.
El bosque llena todas las laderas con el cerro del Castillo al fondo.
El número de alcornoques y encinas aumenta según descendemos, como las muchas flores y plantas de todo tipo. Antes de llegar a Valero giramos para seguir el curso del Arroyo Quilamas.
Cerca del pueblo charlamos con un señor mayor que pasea junto a las huertas. En la conversación, sin más, nos dice que tiene un montón de piedras interesantes, algunas procedentes de yacimientos arqueológicos. Intentamos hacerle ver que expoliar restos arqueológicos es dificultar su conocimiento científico y que no tenerlas catalogadas es una pérdida para la sociedad. Supongo que ocurrirá en muchos más lugares, pero en Valero hay (por lo menos) un jardín con restos procedentes de Castil de Cabras y de otros yacimientos (alguno de Portugal). ¿Qué pasará cuando este hombre ya no esté ¿seguirán conservando "las piedras" o irán a la escombrera? Se impone una campaña para sacar a la luz todo este material arqueológico, como mínimo para tenerlo catalogado. Una opción sería comprometer que no haya sanciones y que se deje donde está con la condición de que se conserve correctamente y que se reintegre a la administración pública cuando fallezca quien lo recogió.
El recorrido nos lleva junto al arroyo, primero junto a huertas y luego por bosques de rivera. En la primera presa tratamos de tomar el otro lado del río, pero las zarzas bloquean completamente el sendero. Tenemos una alegría adicional: nos topamos en nuestra lucha con las zarzas con un cerezo que crece cerca del arroyo; aunque no está cuidado, sus cerezas son deliciosas.
Llegados de nuevo a Valero, subimos por el camino viejo, magnífico de vegetación bajo una bóveda de castaños, robles, alcornoques, madroños, acebos, cerezos, guindos...
En mi opinión, es necesario que los senderos tradicionales se desbrocen. Con un coste pequeño se conseguiría dar contenido a las actividades que podrían fomentar el turismo de naturaleza. Se trata de que la gente encuentre motivos para estar un cierto tiempo en los pueblos y no limitarse a visitas frugales con el coche. Las Quilamas -tan cerca de Salamanca- tienen belleza y naturaleza más que sobrada para conseguirlo.
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