Los bufones o "bramadoiros" son grietas que se han formado en la roca caliza de los acantilados debido a la erosión marina y de lluvia. En los días de marejada y marea alta, el agua llega impulsada por el oleaje, penetra en las oquedades y surge con un impulso descomunal alzándose hacia el cielo como el más potente de los géiseres.
Es un espectáculo fantástico. En los bufones de Santiuste, no es sólo el chorro que llega a alcanzar alturas de 40 metros de altura, también es la corriente de aire y el ruido, rugido diría yo, que se siente en su proximidad. El estruendo se acompaña con agua pulverizada donde se descompone la luz del sol y la salida a presión de una masa enorme de agua.
El domingo 18 hicimos el recorrido por la costa entre Pendueles y Unquera. También estábamos preparando la salida que haremos dentro de un año para La Facendera. La sucesión de acantilados, formaciones rocosas, grietas, cuevas, playas y pueblos es de un gran interés estético y humano. Las vacas pastan al lado del mar, mientras las olas rompen violentamente sobre las rocas. Un paseo tranquilo y diferente a lo que acostumbramos.
Además de los bufones, pasamos junto a formaciones kársticas de gran interés, como multitud de dolinas, la playa interior de Cobijeru o una cueva que permite llegar hasta el mar cuando no hay oleaje y la marea está baja. También el arco rocoso llamado Salto del Caballo, que permite pasar por encima y que a más de uno le hará temblar las piernas cuando vea por dónde ha caminado.
En esta ocasión hemos tenido además la enorme suerte de que la naturaleza nos ofreciera contemplar los bufones en su esplendor. Vimos varios durante el recorrido, pero los de Santiuste son realmente excepcionales. Desde gran distancia veíamos las enormes columnas de agua surgiendo periódicamente, llamándonos como un faro.
Continuamos hacia el mirador de Pimiango y de allí bajamos a la cueva del Pindal, patrimonio de la humanidad, cuya boca se abre frente al acantilado en un paraje formidable. El Pindal alberga grabados y pinturas del paleolítico superior, se estima que con una antigüedad entre 13.000 y 18.000 años. Hay representados bisontes, caballos, cérvidos, un pez, dos mamuts y variedad de signos geométricos.
El final de la ruta es una visita a los evocadores restos del monasterio del monasterio de Santa María de Tina, de origen románico.
En este enlace puedes acceder a una colección de fotos del recorrido.
Es un espectáculo fantástico. En los bufones de Santiuste, no es sólo el chorro que llega a alcanzar alturas de 40 metros de altura, también es la corriente de aire y el ruido, rugido diría yo, que se siente en su proximidad. El estruendo se acompaña con agua pulverizada donde se descompone la luz del sol y la salida a presión de una masa enorme de agua.
El domingo 18 hicimos el recorrido por la costa entre Pendueles y Unquera. También estábamos preparando la salida que haremos dentro de un año para La Facendera. La sucesión de acantilados, formaciones rocosas, grietas, cuevas, playas y pueblos es de un gran interés estético y humano. Las vacas pastan al lado del mar, mientras las olas rompen violentamente sobre las rocas. Un paseo tranquilo y diferente a lo que acostumbramos.
Además de los bufones, pasamos junto a formaciones kársticas de gran interés, como multitud de dolinas, la playa interior de Cobijeru o una cueva que permite llegar hasta el mar cuando no hay oleaje y la marea está baja. También el arco rocoso llamado Salto del Caballo, que permite pasar por encima y que a más de uno le hará temblar las piernas cuando vea por dónde ha caminado.
En esta ocasión hemos tenido además la enorme suerte de que la naturaleza nos ofreciera contemplar los bufones en su esplendor. Vimos varios durante el recorrido, pero los de Santiuste son realmente excepcionales. Desde gran distancia veíamos las enormes columnas de agua surgiendo periódicamente, llamándonos como un faro.
Continuamos hacia el mirador de Pimiango y de allí bajamos a la cueva del Pindal, patrimonio de la humanidad, cuya boca se abre frente al acantilado en un paraje formidable. El Pindal alberga grabados y pinturas del paleolítico superior, se estima que con una antigüedad entre 13.000 y 18.000 años. Hay representados bisontes, caballos, cérvidos, un pez, dos mamuts y variedad de signos geométricos.
El final de la ruta es una visita a los evocadores restos del monasterio del monasterio de Santa María de Tina, de origen románico.
En este enlace puedes acceder a una colección de fotos del recorrido.
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