Hay dos lugares que la cultura popular ha asociado con la ensoñación: Babia y las Batuecas. Ambos me enamoran. Siempre hay un buen momento para "estar en las Batuecas", aunque su belleza destaca cuando la humedad acentúa el contraste del musgo húmedo sobre árboles y rocas.
El monte se viste de gala con su cara lavada por la lluvia de días anteriores. Las cascadas y torrentes estarán pletóricos.
Desde el mismo inicio del recorrido, el sendero adaptado ofrece un paseo sin obstáculos. Quien lo desee lo puede disfrutar, sin excepciones. En esta ocasión, la intervención humana ha sido acertada en mi opinión: el corredor de maderas no llama la atención más que el paisaje, como ocurre con algunos miradores agresivos, y permite moverse bajo el bosque sin dañarlo.
El paseo se complica y embellece cada vez más desde el monasterio. El río casi alcanza la enorme valla y las raíces mojadas son un pavimento precioso sobre el que hay que caminar con atención.
Resulta chocante que estemos en el llamado "Desierto de San José", denominación que se refiere no a la vegetación de este paraíso sino a la soledad, silencio y austeridad que buscaban los monjes en un lugar apartado y con difícil comunicación.
Tras el tejo centenario, el eucalipto y los cipreses, se van sucediendo robles, alcornoques, encinas, enebros, pinos, madroños y otras especies. A cada paso veo una imagen que quiero conservar. No soy capaz de seguir al grupo; me paro a cada paso para ver la vegetación y el agua transparente. El cromatismo intenso de los verdes se complementa con los últimos tonos otoñales. Al espectáculo se une el trino de los pájaros, que afortunadamente esta vez no se cubre con voces ¡maravillas de las malas previsiones meteorológicas!
Seguimos hacia los abrigos con pinturas rupestres y los escarpes que dan vistas al valle. Los fósiles comienzan a hacerse visibles, incluyendo las ondulaciones fósiles o ripples, que muestran que en un pasado remoto (hace más de 400 millones de años) el lugar fue un mar de aguas poco profundas.
El paso del "regato de los Fósiles" no está nada fácil. Viene cargado de agua. Antes de llegar a la cascada del Chorro el valle nos muestra los primeros encajonamientos en la cuarcita y el risco separado que recuerda a la Torrita. Con razón la zona recibe los nombres de "Las Catedrales" y "las Torres".
El Chorro y las cascadas que le preceden están espectaculares. Las rocas, resbaladizas y con cierto peligro. Atención a los buscadores de imágenes difíciles si se visita cuando está húmedo.
Remontamos hasta el sendero superior del valle, con algunas breves dificultades, para completar la ruta por la ladera derecha (orográfica) y regresar al sendero adaptado. El día frío, la llovizna intermitente, las nubes, los troncos de los alcornoques descortezados, el musgo omnipresente, las alfombras doradas de hojas caídas y la compañía, todo se ha juntado en un día magnífico, inolvidable. ¡Hay que estar más en las Batuecas!
El recorrido hasta la cascada y volver, con las visitas a los abrigos rupestres, son unos 11 km y 250 m de desnivel. No hay pérdida. Es seguir el sendero del fondo del valle.
En este enlace puedes acceder a una colección más completa de fotos de la jornada.
Siempre hay algún detalle que alguno se le escapa y eso que he ido veces allí. ¡Gracias!
ResponderEliminarSiempre hay algún detalle que alguno se le escapa y eso que he ido veces allí. ¡Gracias!
ResponderEliminarSiempre hay algún detalle que alguno se le escapa y eso que he ido veces allí. ¡Gracias!
ResponderEliminar