El curso alto del río Matarraña es una de las excursiones clásicas más conocidas de la sierra de los Puertos de Beceite, en la provincial de Teruel. A pesar de su fama, bien merecida, no esperaba encontrar un lugar tan hermoso, con una belleza salvaje tan fuera de lo común.
El río se abre paso entre la roca caliza y da lugar a un barranco encajado entre grandes paredes, el llamado “Parrizal de Beceite”. Las formas erosivas sorprenden desde el primer momento. Por todas partes vemos grandes pináculos, callejones que perforan las laderas, arcos y formas caprichosas creadas por la disolución de la roca y la erosión.
La vegetación de la zona es mediterránea, con abundantes pinares de pino silvestre acompañado de sotobosque de boj. También caminamos junto a enebros, arces (en esta época del año con un precioso derroche de color), tejos, acebos, avellanos y encinas, entre otras especies.
Además de los valores naturales, el comienzo de la ruta nos permite ver uno de los paneles pintados más conocidos dentro del arte rupestre levantino: el abrigo de la Fenellosa, patrimonio de la humanidad junto con el resto de las pinturas prehistóricas del arco mediterráneo.
Para alcanzar la parte más hermosa hay que atravesar la zona próxima a los aparcamientos, donde el río ha sido “domesticado” para su uso turístico. En esta parte se han construido unas pasarelas de madera que permiten el paso por encima de algunas charcas con un agua transparente que refleja tonos verdosos. La consecuencia de tener un lugar fascinante y un acceso cómodo es que en temporada alta se pone a rebosar de gente. Han construido tres aparcamientos de pago (más caro cuanto más cerca del final) para acercarse al comienzo del recorrido y existe un control de accesos.
En esta época del año se puede disfrutar en soledad. Nosotros vimos un total de cuatro personas, y sólo en la parte sencilla del recorrido. Es lógico, teniendo en cuenta el frío que hacía. Por otro lado, durante este mes de noviembre, la mayoría de las pozas del curso alto del Parrizal estaban secas, lo que tiene la ventaja de que se puede recorrer el curso del río sin mojarse.
Como nos parecía poco recorrer solamente el barranco, y para no perder las buenas costumbres, Carmen y yo disfrutamos a placer de los ”estrets” y luego tomamos el camino equipado del Pas del Romaret. El sendero nos lleva a superar la zona más encajonada del río y nos permite una auténtica vista de pájaro sobre las formaciones rocosas. Unas grapas metálicas y cadenas ayudan a pasar las zonas más comprometidas.
El precioso recorrido nos deja al final de los estrets del Parrizal. Allí continuamos remontando el curso del río, sorteando pozas y pasando otros pasajes encajonados. Más adelante giramos hacia la parte alta (derecha orográfica del río) y tras una dura subida llegamos al magnífico mirador de les Moletes d’Arany. La vista sobre los puertos de Beceite y las “gubies” o pináculos que surgen junto a los cursos de agua es fabulosa. Me resulta sorprendente que un lugar con semejantes valores geológicos y naturales no tenga la máxima figura de protección, la de Parque Nacional.
El río se abre paso entre la roca caliza y da lugar a un barranco encajado entre grandes paredes, el llamado “Parrizal de Beceite”. Las formas erosivas sorprenden desde el primer momento. Por todas partes vemos grandes pináculos, callejones que perforan las laderas, arcos y formas caprichosas creadas por la disolución de la roca y la erosión.
La vegetación de la zona es mediterránea, con abundantes pinares de pino silvestre acompañado de sotobosque de boj. También caminamos junto a enebros, arces (en esta época del año con un precioso derroche de color), tejos, acebos, avellanos y encinas, entre otras especies.
Además de los valores naturales, el comienzo de la ruta nos permite ver uno de los paneles pintados más conocidos dentro del arte rupestre levantino: el abrigo de la Fenellosa, patrimonio de la humanidad junto con el resto de las pinturas prehistóricas del arco mediterráneo.
Para alcanzar la parte más hermosa hay que atravesar la zona próxima a los aparcamientos, donde el río ha sido “domesticado” para su uso turístico. En esta parte se han construido unas pasarelas de madera que permiten el paso por encima de algunas charcas con un agua transparente que refleja tonos verdosos. La consecuencia de tener un lugar fascinante y un acceso cómodo es que en temporada alta se pone a rebosar de gente. Han construido tres aparcamientos de pago (más caro cuanto más cerca del final) para acercarse al comienzo del recorrido y existe un control de accesos.
En esta época del año se puede disfrutar en soledad. Nosotros vimos un total de cuatro personas, y sólo en la parte sencilla del recorrido. Es lógico, teniendo en cuenta el frío que hacía. Por otro lado, durante este mes de noviembre, la mayoría de las pozas del curso alto del Parrizal estaban secas, lo que tiene la ventaja de que se puede recorrer el curso del río sin mojarse.
Como nos parecía poco recorrer solamente el barranco, y para no perder las buenas costumbres, Carmen y yo disfrutamos a placer de los ”estrets” y luego tomamos el camino equipado del Pas del Romaret. El sendero nos lleva a superar la zona más encajonada del río y nos permite una auténtica vista de pájaro sobre las formaciones rocosas. Unas grapas metálicas y cadenas ayudan a pasar las zonas más comprometidas.
El precioso recorrido nos deja al final de los estrets del Parrizal. Allí continuamos remontando el curso del río, sorteando pozas y pasando otros pasajes encajonados. Más adelante giramos hacia la parte alta (derecha orográfica del río) y tras una dura subida llegamos al magnífico mirador de les Moletes d’Arany. La vista sobre los puertos de Beceite y las “gubies” o pináculos que surgen junto a los cursos de agua es fabulosa. Me resulta sorprendente que un lugar con semejantes valores geológicos y naturales no tenga la máxima figura de protección, la de Parque Nacional.
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