Laciana, al norte de de la provincia de León es uno de esos lugares que conviene visitar, especialmente en otoño. Está situada entre Somiedo, al norte, Babia al oeste y el Bierzo al sur. Está rodeado de montañas que superan los 2.000 m. El río Sil, al que vimos nacer en Babia cuando estuvimos en Peña Orniz, recorre la región y recoge las aguas de multitud de gargantas.
Desde siempre, la ganadería fue muy importante en la región. El nombre de braña define las zonas de pastos y prados en las zonas de montaña. En muchos lugares se construyeron edificaciones como poblados veraniegos con objeto de poder cuidar del ganado. Las brañas son ahora lugares con un gran interés botánico, paisajístico y faunístico.
Hicimos dos recorridos por brañas. La más espectacular, la de Brañarronda, muy conocida y no por ello menos recomendable. El camino se toma desde la carretera que une Villablino con Omaña y termina en Villar de Santiago tras pasar por tres brañas y un collado con vistas tremendas sobre el entorno circundante, desde el Nevadín, Ubiña, Babia, el Cornón o Cebolledo.
Las praderas de las brañas están rodeadas de bosques auténticos condicionados por el clima atlántico con influencias mediterráneas y la altitud; no son plantaciones ni explotaciones, sino bosques de verdad donde encontramos multitud de especies. Nos asombramos con robles y abedules enormes, pero también vemos castaños, negrillos, hayas, arces, fresnos, acebos, avellanos, cerezos, serbales o los siempre espectaculares tejos.
A pesar de la humanización de prados de pasto, cabañas, pistas o ganado (que por otro lado aportan un valor patrimonial indudable) se disfruta de la variedad del bosque y su autenticidad. Es difícil encontrar un entorno como este.
Además, las laderas altas subiendo al collado de la Muezca están tapizadas del color rojo que resulta de las hojas otoñales de las arandaneras.
Pincha aquí para ver una presentación de fotos de la salida.
Hay que decir que no todo es perfecto en Laciana. Desde mediados del siglo XIX la región ha tenido explotaciones mineras, la mayoría de ellas de carbón. Actualmente, la falta de rentabilidad ha provocado el cierre de la mayoría de ellas. Los restos de aquella industria están esparcidos aquí y allá como fantasmas de una industria perdida. Hemos visto fotografías aéreas de explotaciones a cielo abierto que son heridas gigantescas e incurables.
Actualmente la región de Laciana tiene varias figuras de protección, siendo la más notoria su declaración como reserva de la biosfera de la Unesco (también es LIC y ZEPA).
El oso y el urogallo son bandera en la región. Se presume de ellos por todas partes, pero no tengo tan claro que se les proteja debidamente, al menos al segundo. Con los osos tuvimos el gran placer de disfrutar su visión a placer. Con respecto a los urogallos, aunque no nos guste a quienes caminamos por el monte, en mi opinión debería existir una zona de reserva donde no se permitiera el paso y se controlara su crecimiento a salvo de un exceso de depredadores sobrevenidos y de amenazas por la actividad humana.
Todos sabemos que es casi imposible ver al urogallo en la naturaleza, aunque a veces, unidos el silencio y la cautela... los milagros ocurren y lo ve -si bien fugazmente- quien nunca lo ha buscado. Dos de las tres personas que íbamos en esta salida saben de qué hablo.
Pincha aquí para ver una presentación de fotos de la salida.
Desde siempre, la ganadería fue muy importante en la región. El nombre de braña define las zonas de pastos y prados en las zonas de montaña. En muchos lugares se construyeron edificaciones como poblados veraniegos con objeto de poder cuidar del ganado. Las brañas son ahora lugares con un gran interés botánico, paisajístico y faunístico.
Hicimos dos recorridos por brañas. La más espectacular, la de Brañarronda, muy conocida y no por ello menos recomendable. El camino se toma desde la carretera que une Villablino con Omaña y termina en Villar de Santiago tras pasar por tres brañas y un collado con vistas tremendas sobre el entorno circundante, desde el Nevadín, Ubiña, Babia, el Cornón o Cebolledo.
Las praderas de las brañas están rodeadas de bosques auténticos condicionados por el clima atlántico con influencias mediterráneas y la altitud; no son plantaciones ni explotaciones, sino bosques de verdad donde encontramos multitud de especies. Nos asombramos con robles y abedules enormes, pero también vemos castaños, negrillos, hayas, arces, fresnos, acebos, avellanos, cerezos, serbales o los siempre espectaculares tejos.
A pesar de la humanización de prados de pasto, cabañas, pistas o ganado (que por otro lado aportan un valor patrimonial indudable) se disfruta de la variedad del bosque y su autenticidad. Es difícil encontrar un entorno como este.
Además, las laderas altas subiendo al collado de la Muezca están tapizadas del color rojo que resulta de las hojas otoñales de las arandaneras.
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Hay que decir que no todo es perfecto en Laciana. Desde mediados del siglo XIX la región ha tenido explotaciones mineras, la mayoría de ellas de carbón. Actualmente, la falta de rentabilidad ha provocado el cierre de la mayoría de ellas. Los restos de aquella industria están esparcidos aquí y allá como fantasmas de una industria perdida. Hemos visto fotografías aéreas de explotaciones a cielo abierto que son heridas gigantescas e incurables.
Actualmente la región de Laciana tiene varias figuras de protección, siendo la más notoria su declaración como reserva de la biosfera de la Unesco (también es LIC y ZEPA).
El oso y el urogallo son bandera en la región. Se presume de ellos por todas partes, pero no tengo tan claro que se les proteja debidamente, al menos al segundo. Con los osos tuvimos el gran placer de disfrutar su visión a placer. Con respecto a los urogallos, aunque no nos guste a quienes caminamos por el monte, en mi opinión debería existir una zona de reserva donde no se permitiera el paso y se controlara su crecimiento a salvo de un exceso de depredadores sobrevenidos y de amenazas por la actividad humana.
Todos sabemos que es casi imposible ver al urogallo en la naturaleza, aunque a veces, unidos el silencio y la cautela... los milagros ocurren y lo ve -si bien fugazmente- quien nunca lo ha buscado. Dos de las tres personas que íbamos en esta salida saben de qué hablo.
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