Con el mismo punto de salida del día anterior, la fuente de las Moyás, esta vez nos dirigimos hacia la margen izquierda del río de San Isidro.
Tras las primera brañas nos adentramos por un bosque inclinado. Avellanos, fresnos y espinos van dando paso a las hayas. El sendero trepa adornado por flores variadas y se acerca a las paredes verticales del Sendón. Vemos que es una conocida zona de escalada: hay montones de líneas de escalada equipadas.
La dura subida nos deja en una majada sorprendente por encima del bosque y en un balcón asombroso, la collada de los Gallos, con el pico Torres destacando sobre el valle de San Isidro. Un águila real nos sobrevuela.
Como pasamos cerca de Peña Melera, no puedo resistirme a subirla. Las canales están muy húmedas y son inclinadas, es esas condiciones era casi como subir la portilla Bermeja en el Almanzor. Luego vi que el acceso desde el collado Pandos hubiera sido más sencillo.
Seguimos por las extensas praderas y brañas que adornan la base del pico Pandos. Como hay tiempo y ganas, lo subimos y hacemos un pequeño recorrido por su crestería. Las vistas sobre la Felechosa, el Pino y otros pueblos del valle, con los hayedos, el verde de los pastos, las cabañas dispersas, los contrafuertes y las montañas circundantes son magníficas.
Descendemos por el valle de Pedroso, con la cresta de las Peñas Panda y Redonda frente a nosotros, hundiéndose en lo que se adivina el desfiladero del río Pino o Valmartín.
El monumento natural de las foces del Pino es un tramo corto y muy encajonado. Desde tiempos muy antiguos se acondicionó el acceso para poder llegar a las numerosas praderías superiores, como muestran el buen camino empedrado y el puente medieval. El paso fue ruta jacobea que unía Valdelugueros (León) con la Felechosa por el puerto de Vegarada. El sentido del mismo era enlazar el camino francés con la catedral de Oviedo.
Seguimos el curso del río hasta llegar al camino que nos devuelve hacia la Felechosa y de allí al origen de la salida.
Como teníamos tiempo, nos acercamos a conocer las Foces del Aller. En el pueblo de Llamas, paramos en la iglesia de San Juan el Real, de origen prerrománico. Junto a la puerta conserva una lápida fundacional del año 940.
Llegamos a las foces del Aller. Es un desfiladero sorprendente, magnífico y poco conocido. El río se abre paso entre los verticales farallones de Peña Panda y la Sierra del Campanal. Es paso obligado para llegar a la población de Ruayer y desde allí, al puerto de Vegarada (por camino de tierra en mal estado). La carretera está excavada en la roca en algunos tramos, pues las paredes están muy próximas. El río baja con fuerza. Rápidos, cascadas y surgencias se suceden en su recorrido, de unos 500 m de longitud. En una de las paredes, se ve un arco natural. Sin lugar a dudas, merece ser visitado.
En este enlace puedes acceder a una colección de fotos más completa.
Aquí puedes acceder al track en Wikiloc.
Sigue en "Bosque de Gumiel, picos del Oso y Nogales. Aller, Asturias".
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