Los tejares de Horcajo Medianero son una máquina del tiempo. Desde las épocas romana, visigoda o musulmana prácticamente no han variado sus materias primas, herramientas, lugares y procedimientos de trabajo.
La producción de tejas árabes, ladrillos y baldosas depende de las arcillas recogidas unos centenares de metros más allá, del amasado mediante las patas de un caballo, del uso de moldes ingeniosos, del calor del fuego aplicado en un horno sencillo y sobre todo del conocimiento de cada una de las fases del proceso de esta actividad ancestral. Las condiciones meteorológicas también juegan su papel, secando la producción antes de hornearla o echándola a perder. Todo son procesos naturales, ligados a la tierra.
Llama la atención que las infraestructuras de los tejares son funcionales, pero bastante pobres, más cerca de la arquitectura tradicional marroquí en barro que de las que deben soportar unas condiciones climatológicas y de trabajo extremas. Supongo que los rendimientos económicos no permiten plantearse su mejora. La única ayuda mecánica son algunas máquinas para mover las cargas.
Las necesidades también eran menores y permitían a muchas familias subsistir, casi siempre compatibilizando el trabajo con otras ocupaciones. Así lo hizo mi abuelo materno, en el tejar que llevaba junto con sus hermanos entre La Torre y Muñana (Ávila) hasta los años 40 del siglo pasado. Así lo hacen los tejeros actuales, que compatibilizan el negocio con ganado.
Del mismo modo que la Unesco declaró patrimonio de la humanidad las técnicas de construcción con piedra seca, las prácticas y métodos de trabajo de los tejeros han estado presentes entre nosotros desde la prehistoria, han tenido una importancia vital en la construcción y el paisaje. La transmisión de estos conocimiento también debería ser considerada patrimonio de la Humanidad.
Aparte de animar a los organismos e instituciones que procedan a que activen esta petición, también creo que las autoridades provinciales y/o regionales deberían hacer lo posible por proteger estos lugares como el valor cultural que son. En mi opinión, debería subvencionare su mantenimiento para que sigan produciendo y a la vez permitan hacer visitas guiadas que no interfieran en el trabajo. Es preferible hacerlo así que no dejar que se pierdan y después reconstruirlas o hacer un museo, como muy probablemente ocurrirá en el futuro.
Por otro lado, hay que considerar que la producción artesanal es cada día más apreciada, tanto que los pequeños defectos o irregularidades de ayer hoy son utilizados como elementos de distinción y naturalidad. Tal vez sea esta una línea que ayude al repunte económico de estas joyas patrimoniales.
(Todas las fotografías se han hecho con el permiso de los tejeros. Aunque sea algo obvio, no se debe entrar en ellos sin su autorización).