Segunda jornada de montaña en Somiedo. Partimos de Villar de Vildas, un pueblo donde las tradiciones se mantienen.
La mayoría de la gente se gana la vida con el ganado y utiliza para su fin original tanto los hórreos de madera como las cabañas de las brañas superiores. Se conservan bien incluso las construcciones del pueblo que ya sólo son adorno o complemento de viviendas.
Es un pueblo, aunque pequeño, vivo. Vemos a una pareja que sale de su casa calzando las madreñas, otra que está enfrascada destazando un cerdo al que le llegó su San Martín, herramientas de trabajo secándose bajo los hórreos, gente con botas altas de goma, monos y batas de trabajo que va o vuelve de sus tareas. Sorprende el olor del estiércol que se acumula en atrios techados delante de algunas cuadras (en su "antojana" o terreno propio hasta la calle) pero es que es su modo de vida y no lo van a modificar para que los visitantes estemos más cómodos.
Nos surge la ocasión de cambiar algunas palabras con varias personas que incluso paran en sus actividades cotidianas para charlar un momento. A pesar de ser un lugar donde viene mucho turismo, al menos con buen tiempo, las gentes que encontramos son atentas, acogedoras y entrañables.
Remontamos el joven río Pigüeña para alcanzar la conocida braña de La Pornacal, la mayor de las existentes en Somiedo. La braña es un auténtico complejo pastoril; en esta existen más de treinta cabañas de teito agrupadas en cuatro barriadas distintas y en general se conservan bien. Las construcciones son rectangulares, con paredes de mampostería de piedra. Los techos, muy inclinados, están construidos sobre vigas de madera y un entrelazado sobre el que se colocan escobas o piornos. Las ramas se sujetan por el exterior con piezas de madera, cada una con su propio nombre y finalidad.
Los vaqueiros de alzada dejaron de ocuparlas en su trashumancia anual, pero muchas se usan aún para el ganado o como almacenes de apoyo.
El conjunto se integra con la naturaleza como parte del paisaje. Todo parece estar en su lugar, como diseñado por un especialista para transmitir una sensación de armonía. El espacio entorno a cada una, las calles de comunicación y los prados están limitados con paredes que también aportan un contrapunto de belleza pictórica cuando se ven desde lo alto.
Ójala se conserve para siempre este magnífico patrimonio, muestra de las formas de vida de quienes nos precedieron y no les ocurra como a las cabañas de techo vegetal de Navalosa, en la provincia de Ávila, que prácticamente han sucumbido víctimas del abandono de actividades y del ignorante desprecio por lo "viejo" de quienes deberían de haber velado por su conservación. En este enlace puedes tener más información sobre los corrales de Navalosa (Es un post que recoge su evolución entre 2005 y 2017).
Continuamos por la pista junto a los prados de la garganta glaciar, remontamos junto a la ahora pletórica cascada del Corralón y llegamos a la segunda braña, la de los Cuartos, mucho más modesta. Varias cabañas circulares, algunas caídas, ocupan el lugar donde la garganta comienza a empinarse.
A partir de aquí comienza la subida al Collado Cebolleu. El día se nubló y comenzó a caer una lluvia fina que nos acompañaría hasta pasada la cumbre. Descendemos siguiendo un track por una zona situada en el límite del área de protección del Parque Natural (habíamos consultado la tarde anterior con un guarda del parque y nos dijo que en esta época del año, mientras siguiéramos por el camino podíamos hacerlo). En la cresta se atisban grandes paredes entre los neveros. Por su situación le suponemos unas vistas fabulosas, que nosotros sólo pudimos disfrutar de forma entrecortada en esta ocasión.
Bajamos dando vista a un huidizo y velocísimo rebaño de rebecos, dos lagos asombrosamente bellos, una providencial braña con un corro (chozo de piedra en forma de falsa cúpula) donde paramos a comer y un hayedo en un estado virginal, donde la tormenta de viento y nieve de hace unas semanas ha hecho estragos; Una gran cantidad de ramas y árboles están tronchados. El paso se complica en varios puntos por la vegetación, los arroyos crecidos y algunas vallas al final.
El camino regresa a la pista de subida tras un recorrido muy duro al juntarse la longitud, el fuerte desnivel, la ventisca en las crestas y la lluvia en la parte superior. Afortunadamente la temperatura no era baja y cuando llegamos a Villar de Vildas estábamos secos y plenamente satisfechos del recorrido.
En este enlace puedes acceder a algunas fotos del recorrido.
La mayoría de la gente se gana la vida con el ganado y utiliza para su fin original tanto los hórreos de madera como las cabañas de las brañas superiores. Se conservan bien incluso las construcciones del pueblo que ya sólo son adorno o complemento de viviendas.
Es un pueblo, aunque pequeño, vivo. Vemos a una pareja que sale de su casa calzando las madreñas, otra que está enfrascada destazando un cerdo al que le llegó su San Martín, herramientas de trabajo secándose bajo los hórreos, gente con botas altas de goma, monos y batas de trabajo que va o vuelve de sus tareas. Sorprende el olor del estiércol que se acumula en atrios techados delante de algunas cuadras (en su "antojana" o terreno propio hasta la calle) pero es que es su modo de vida y no lo van a modificar para que los visitantes estemos más cómodos.
Nos surge la ocasión de cambiar algunas palabras con varias personas que incluso paran en sus actividades cotidianas para charlar un momento. A pesar de ser un lugar donde viene mucho turismo, al menos con buen tiempo, las gentes que encontramos son atentas, acogedoras y entrañables.
Remontamos el joven río Pigüeña para alcanzar la conocida braña de La Pornacal, la mayor de las existentes en Somiedo. La braña es un auténtico complejo pastoril; en esta existen más de treinta cabañas de teito agrupadas en cuatro barriadas distintas y en general se conservan bien. Las construcciones son rectangulares, con paredes de mampostería de piedra. Los techos, muy inclinados, están construidos sobre vigas de madera y un entrelazado sobre el que se colocan escobas o piornos. Las ramas se sujetan por el exterior con piezas de madera, cada una con su propio nombre y finalidad.
Los vaqueiros de alzada dejaron de ocuparlas en su trashumancia anual, pero muchas se usan aún para el ganado o como almacenes de apoyo.
El conjunto se integra con la naturaleza como parte del paisaje. Todo parece estar en su lugar, como diseñado por un especialista para transmitir una sensación de armonía. El espacio entorno a cada una, las calles de comunicación y los prados están limitados con paredes que también aportan un contrapunto de belleza pictórica cuando se ven desde lo alto.
Ójala se conserve para siempre este magnífico patrimonio, muestra de las formas de vida de quienes nos precedieron y no les ocurra como a las cabañas de techo vegetal de Navalosa, en la provincia de Ávila, que prácticamente han sucumbido víctimas del abandono de actividades y del ignorante desprecio por lo "viejo" de quienes deberían de haber velado por su conservación. En este enlace puedes tener más información sobre los corrales de Navalosa (Es un post que recoge su evolución entre 2005 y 2017).
Continuamos por la pista junto a los prados de la garganta glaciar, remontamos junto a la ahora pletórica cascada del Corralón y llegamos a la segunda braña, la de los Cuartos, mucho más modesta. Varias cabañas circulares, algunas caídas, ocupan el lugar donde la garganta comienza a empinarse.
A partir de aquí comienza la subida al Collado Cebolleu. El día se nubló y comenzó a caer una lluvia fina que nos acompañaría hasta pasada la cumbre. Descendemos siguiendo un track por una zona situada en el límite del área de protección del Parque Natural (habíamos consultado la tarde anterior con un guarda del parque y nos dijo que en esta época del año, mientras siguiéramos por el camino podíamos hacerlo). En la cresta se atisban grandes paredes entre los neveros. Por su situación le suponemos unas vistas fabulosas, que nosotros sólo pudimos disfrutar de forma entrecortada en esta ocasión.
Bajamos dando vista a un huidizo y velocísimo rebaño de rebecos, dos lagos asombrosamente bellos, una providencial braña con un corro (chozo de piedra en forma de falsa cúpula) donde paramos a comer y un hayedo en un estado virginal, donde la tormenta de viento y nieve de hace unas semanas ha hecho estragos; Una gran cantidad de ramas y árboles están tronchados. El paso se complica en varios puntos por la vegetación, los arroyos crecidos y algunas vallas al final.
El camino regresa a la pista de subida tras un recorrido muy duro al juntarse la longitud, el fuerte desnivel, la ventisca en las crestas y la lluvia en la parte superior. Afortunadamente la temperatura no era baja y cuando llegamos a Villar de Vildas estábamos secos y plenamente satisfechos del recorrido.
En este enlace puedes acceder a algunas fotos del recorrido.
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