Todo el norte de León nos atrae como un imán. En esta ocasión, casi de un día para otro, decidimos volver al Alto Bernesga.
Lo normal hubiera sido ir a dormir allí, al mismo pueblo de Casares de Arbas, donde guardamos un recuerdo entrañable y cariñoso de Matilde, la propietaria del Hostal González. Cada vez que hemos ido allí nos ha tratado como si estuviéramos en casa y nos hado de cenar de forma inmejorable. No obstante, esta vez viajaremos en el día ¿una locura? puede, pero la satisfacción de completar una salida tan espectacular compensa de lejos el esfuerzo. Así que, bien temprano nos ponemos en marcha Manolo y yo desde Salamanca.
A pesar de la distancia el trayecto se hace en poco más de dos horas y media. El embalse de Luna, con uno de los niveles más bajos que yo haya visto nunca, es descorazonador. Tanto calor, tan poca lluvia y tan mala gestión hídrica de los regadíos llevan -por ejmplo- a que bajo el puente Fernández Casado no haya nada de agua.
Especialmente cuando se llega por Luna, la entrada al valle de Arbás es espectacular. La estrecha carretera atraviesa un túnel no apto para autocares grandes. A la salida, como si se descubriese un telón, aparece la barrera caliza que contiene un valle precioso donde se ven los pueblecitos de Cubillas y Casares.
La ruta que hacemos comienza en Casares. Subimos directamente al Palero y continuaremos por la Maria de Enmedio y la María de los Corros. Continuamos la cuerda ascendiendo a Peña Esquina y La Brazosa. Desde allí ganamos el collado de la Barragana. Nos acercamos a su cumbre y regresamos para hacer la mayor parte del cordal en sentido contrario, por los riscos de Peña Negra y la Peña del Prado.
El Palero, visto especialmente desde el Norte, es apabullante en su verticalidad. Nada parece indicar que se pueda ascender con una trepada por su cara Este. Con buenas condiciones climatológicas y el terreno seco no presenta complicaciones fuertes, más allá de la inclinación y la sensación de vacío en alguno de sus pasajes. Un recorrido precioso, donde se van descubriendo abismos y paredones nos lleva a las otras dos Marías. Un día con buena visibilidad, como el que tuvimos, es un auténtico espectáculo mires donde mires.
Tras varios pasajes rompepiernas, crestas, lapiaces y cumbres, llegamos a la Barragana, con su impresionante murallón y su magnífica y fácil cresta.
La guinda de un día ya de por si cargadito de emociones son las crestas que nos llevan a Peña Negra y la Peña del Prado. Aquí el terreno se complica. Algunos pasajes hacen que haya que mantener una alta concentración. Incluso una de las crestas es muy afilada y sólo debe hacerse si se controla el vértigo y se tiene seguridad para trepar.
Tras más de 1.400 m de ascenso acumulado, decidimos descender por uno de escasos puntos que lo permiten y no completamos el cresterío que nos lleva al, por otra parte, cercano Pico del Prado de la Segá. Queda pendiente para otra ocasión, junto al Pico Meloita, separado del cordal principal.
Hemos hecho un recorrido lineal, así que bajamos hacia la carretera y tenemos la suerte de que una pareja de amables ponferradinos nos recoge. Mil gracias por ahorrarnos esos cuatro km finales. Yo ya lo hago habitualmente, pero si vemos a montañeros que nos piden ayuda para regresar al comienzo de la ruta, y además nos pilla de camino, es educación y sentido común recogerles.
Tras refrescarnos y lavarnos en Casares nos enteramos de que Matilde aún regenta el hostal, así que vamos a tomar algo y a saludarla. La mala noticia fue que no pudimos verla porque estaba descansando. La buena, es que está allí todavía. Sin duda, haremos por volver, tanto para disfrutar de la preciosa montaña de Arbás como de su compañía, su humanidad y sus antológicas cenas.
Pincha aquí si quieres acceder a una colección de fotos de esta salida.
Lo normal hubiera sido ir a dormir allí, al mismo pueblo de Casares de Arbas, donde guardamos un recuerdo entrañable y cariñoso de Matilde, la propietaria del Hostal González. Cada vez que hemos ido allí nos ha tratado como si estuviéramos en casa y nos hado de cenar de forma inmejorable. No obstante, esta vez viajaremos en el día ¿una locura? puede, pero la satisfacción de completar una salida tan espectacular compensa de lejos el esfuerzo. Así que, bien temprano nos ponemos en marcha Manolo y yo desde Salamanca.
A pesar de la distancia el trayecto se hace en poco más de dos horas y media. El embalse de Luna, con uno de los niveles más bajos que yo haya visto nunca, es descorazonador. Tanto calor, tan poca lluvia y tan mala gestión hídrica de los regadíos llevan -por ejmplo- a que bajo el puente Fernández Casado no haya nada de agua.
Especialmente cuando se llega por Luna, la entrada al valle de Arbás es espectacular. La estrecha carretera atraviesa un túnel no apto para autocares grandes. A la salida, como si se descubriese un telón, aparece la barrera caliza que contiene un valle precioso donde se ven los pueblecitos de Cubillas y Casares.
La ruta que hacemos comienza en Casares. Subimos directamente al Palero y continuaremos por la Maria de Enmedio y la María de los Corros. Continuamos la cuerda ascendiendo a Peña Esquina y La Brazosa. Desde allí ganamos el collado de la Barragana. Nos acercamos a su cumbre y regresamos para hacer la mayor parte del cordal en sentido contrario, por los riscos de Peña Negra y la Peña del Prado.
El Palero, visto especialmente desde el Norte, es apabullante en su verticalidad. Nada parece indicar que se pueda ascender con una trepada por su cara Este. Con buenas condiciones climatológicas y el terreno seco no presenta complicaciones fuertes, más allá de la inclinación y la sensación de vacío en alguno de sus pasajes. Un recorrido precioso, donde se van descubriendo abismos y paredones nos lleva a las otras dos Marías. Un día con buena visibilidad, como el que tuvimos, es un auténtico espectáculo mires donde mires.
Tras varios pasajes rompepiernas, crestas, lapiaces y cumbres, llegamos a la Barragana, con su impresionante murallón y su magnífica y fácil cresta.
La guinda de un día ya de por si cargadito de emociones son las crestas que nos llevan a Peña Negra y la Peña del Prado. Aquí el terreno se complica. Algunos pasajes hacen que haya que mantener una alta concentración. Incluso una de las crestas es muy afilada y sólo debe hacerse si se controla el vértigo y se tiene seguridad para trepar.
Tras más de 1.400 m de ascenso acumulado, decidimos descender por uno de escasos puntos que lo permiten y no completamos el cresterío que nos lleva al, por otra parte, cercano Pico del Prado de la Segá. Queda pendiente para otra ocasión, junto al Pico Meloita, separado del cordal principal.
Hemos hecho un recorrido lineal, así que bajamos hacia la carretera y tenemos la suerte de que una pareja de amables ponferradinos nos recoge. Mil gracias por ahorrarnos esos cuatro km finales. Yo ya lo hago habitualmente, pero si vemos a montañeros que nos piden ayuda para regresar al comienzo de la ruta, y además nos pilla de camino, es educación y sentido común recogerles.
Tras refrescarnos y lavarnos en Casares nos enteramos de que Matilde aún regenta el hostal, así que vamos a tomar algo y a saludarla. La mala noticia fue que no pudimos verla porque estaba descansando. La buena, es que está allí todavía. Sin duda, haremos por volver, tanto para disfrutar de la preciosa montaña de Arbás como de su compañía, su humanidad y sus antológicas cenas.
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