Unos días continuados de lluvia son un aviso para visitar las Arribes. El espectáculo está asegurado.
La llegada al pozo de los Humos es apoteósica. La niebla cubre el cauce del Uces, pero a medida que nos acercamos, se abre el telón. El río no trae el impetuoso caudal que hemos visto en vídeos de días anteriores, pero la imagen es de gran belleza.
El siguiente hito es el Pozo Airón. Un paseo cómodo que deja en una de las cascadas que se pueden ver desde el interior. Su orientación norte hace que el hielo se mantenga en algunos lugares. En el entorno de la cascada hay que caminar con precaución; el agua pulverizada hace que las piedras y el suelo estén resbaladizos.
Merece la pena continuar hacia el mirador del Duero. Siempre que veo estos paisajes pienso en la categoría que tienen. La Arribes justifican un viaje desde cualquier parte de Europa para ser conocidos. Los habitantes de estos lugares deben sentirse orgullosos y quienes tenemos el privilegio de visitarlos con frecuencia debemos difundir su belleza.
Quienes gestionan este territorio deben promover su disfrute de forma tranquila y respetuosa. Sus senderos, que aprovechan antiguas terrazas no son lugar para motos ni otros vehículos ruidosos y contaminantes.
Regresamos con intención de ir hacia Aldeadávila. Tras admirar una vez más el desbocado Uces, intentamos ir a la cascada del Pinero. Cuando llegamos al acceso desde Corporario tenemos que darnos la vuelta porque unos cazadores se han adueñado del terreno. Seguimos hacia el mirador de Rupurupay y bajamos a la cascada.
El sendero es agradable y bien trazado. Tras los chozos que fueron ocupados por una familia hasta bien entrado el siglo XX, aparece el barranco. El agua se precipita por la cascada que también llaman del Remolino.
Ya con la tarde cayendo regresamos a la cascada del Pinero. Otra caída de agua donde se puede caminar por detrás.
Aquí puedes acceder a una colección de fotos más completa de la jornada.