El Texto que sigue es una transcripción del boletín que entregué a quienes vinieron a la salida que organizamos al Castro de Irueña el 20 de mayo, con la asociación La Facendera en colaboración con los Amigos del Castro de Irueña. Tras la salida, añado una
colección de fotos del magnífico día.
Castro de Irueña.
Dolmen de Casillas, III milenio a.C.
Soy Zok. Hoy hemos dejado el cuerpo
del jefe de la tribu en el dolmen. Entre
varios hemos movido las losas que
cierran el corredor. El hechicero ha
convocado a los espíritus. Hemos
colocado el cuerpo siguiendo sus
instrucciones y dejado la vasija con su
ajuar: doce flechas con punta de sílex,
un hacha de piedra negra y dura, el
ídolo que llevaba colgado al cuello, sus
ropas más preciadas y su bastón.
Yo he participado en la construcción de
varios dólmenes, pero este lo hicieron
hace mil años. Traemos grandes
piedras que hincamos en círculo,
construimos un túmulo y movemos la
enorme losa que cubre la cámara
funeraria. Es una tarea titánica.
Somos trashumantes. Venimos con el
ganado por las vías tradicionales que
quizá se usen durante miles de años.
Urunia (Irueña), siglo II a.C.
Me llamo Cráturo. He nacido en este
poblado vettón, igual que mis padres y
abuelos. Desde que era niño he sabido
que había que defenderse de quienes
de vez en cuando intentan asaltar el
castro. Algunas veces han conseguido
llevarse ganado, pero la mayoría, han
terminado huyendo con el rabo entre
las piernas y alguna que otra herida de
flecha.
Nuestra muralla fue construida hace
siglos, pero la vamos mejorando
siempre que podemos. Rodea el castro
dejando la meseta interior para
nuestras cabañas, talleres y hornos.
Tiene dos paredes entre las que hay
piedras pequeñas y tierra. En la parte
superior soporta una empalizada de
madera desde la que vigilamos. Los
fuertes terraplenes que caen hacia el
río y el arroyo nos hacen mucho más
fácil la defensa. Además, en la zona de
poniente, la menos protegida, hay dos
murallas imponentes, la primera de las
cuales rodea el encerradero de ganado.
Allí está la figura de nuestro ídolo. Un
animal de granito fantástico con
increíbles detalles, como el rabo sobre
un lado, los pliegues de la piel, los
cuernos de bronce que van clavados en la testuz o la aparatosa vulva. La escultura es la
envidia de todos los visitantes. Pero no
pienso deciros por qué la tenemos
aquí, ni por qué nuestros antepasados
trajeron la enorme roca desde las
canteras situadas a más de 4
kilómetros. ¡Qué esfuerzo enorme
debió ser aquello! Dicen que a una jornada de viaje hacia
el noreste hay otra escultura muy
parecida. Puede que la tallaran los
mismos artesanos.
Nuestro castro tiene tres puertas. La
que llamamos del Sol es la mejor, pero
tenemos otras tres. La entrada está
curvada y en forma de embudo y
delante mantenemos un gran foso.
Tenemos varios caminos hacia el río
que nos permiten llegar con facilidad,
además del principal, que viene de las
vegas de pasto. El río y el arroyo los
cruzamos por puentes de madera y por
vados.
Cuando la muerte me llegue, quiero
descansar en la necrópolis del poblado,
junto con las muchas generaciones de
antepasados que allí yacen. Espero
que en la vasija metan los restos de
mis armas.
Urunia (Irueña). Siglo II d.C.
Ave. Soy Iulia Tercia, sacerdotisa del
templo de Iuppiter, Iuno y Minerva.
Según cuentan nuestros historiadores,
el poderoso ejército romano llegó al
oppidum que ocupaban los pueblos
indígenas hace más de dos siglos.
Nada podían hacer contra nosotros. El
crecimiento de la ciudad hizo que el
emperador Tito Vespasiano nos concediera el título de Mvnicipium
(hace más de un siglo de esto).
Los templos y palacios destacan altivos
sobre la colina. Cuando los forasteros
se acercan desde el sur, los palacios y
pórticos de columnas se recortan en el
horizonte, con el profundo Águeda a
sus pies. Es una imagen soberbia.
Como la que tengo yo desde el ara del
templo dominando el paisaje.
La enorme escultura zoomorfa que
tallaron los pueblos primitivos sigue en
el mismo lugar, presidiendo la entrada
por el suroeste.
El imperio romano amplió las defensas
de nuestra ciudad construyendo varios
contrafuertes, fosos, muros y taludes.
Ahora ocupamos prácticamente todo el
cerro.
La parte alta tiene los edificios más
nobles: la curia, el tesoro de la ciudad,
el foro y los templos; el resto se ocupa
con viviendas, talleres, tiendas y un
foro pecuario. Hace tiempo que existen
dos campamentos amurallados
exteriores. Son cuadrados, con 370 m
de lado. Están defendidos por fosos y
su puerta inexpugnable está situada
frente a la ciudad para controlar y
proteger los accesos. La presencia de
los soldados hace que nos sintamos
seguros y su ubicación completa un
control visual total sobre el entorno.
Seguimos construyendo nuestros
edificios más importantes con granito.
Es un largo camino el que tienen que
recorrer las piedras desde las canteras,
pero la belleza y solidez de la ciudad lo
justifican. Las inscripciones epigráficas,
las estatuas y adornos en mármol,
caliza y granito, embellecen la ciudad.
Desde los tiempos de Octavio Augusto
tenemos junto a la ciudad un miliario
que nos indica la distancia con Emerita.
También disponemos de una
infraestructura hidráulica importante, la
presa en el arroyo Rolloso, que nos
proporciona agua, regula el cauce para
para los molinos y sirve de riego.
El Villar de Flores. Finales del s. XVIII.
Me llamo Munio. Mis antepasados
vivieron en Villar de Flores. Ninguno de
ellos tuvo una vida fácil. Tenían sus
casas, un canal de riesgo procedente
del sobrante de un antiguo molino y
una iglesia con una gran pila de agua
bautismal. La villa tenía buen tamaño y
su propio alcalde.
Tras la reconquista los sucesivos reyes
fueron dando privilegios a unos cuantos
para mantener tropas ligadas a órdenes
religioso-militares. Para los que
habitaban en la aldea, la vida era muy
dura. Lo poco que tenían les fue
embargado tras tener que hipotecarlo.
En 1633 el dueño de las tierras, las casas, los pastos, los huertos y
bosques… era don Martín de Cáceres
Pacheco. El cobro de las alcabalas
generaba mucha tensión.
Lo que no pudieron los terratenientes,
lo pudieron las guerras con Portugal. En
1669 el lugar quedó despoblado, dada
su proximidad con la frontera.
A comienzos de este siglo hubo un
intento de repoblación. Mi familia y yo
intentamos volver a la tierra de mis
ancestros, pero otra vez –malditas
guerras contra Portugal- tuvimos que
huir y el lugar es ahora una dehesa
para ganado.
Nos fuimos a vivir a Ciudad Rodrigo,
donde trabajo para un noble aficionado
a las antigüedades. Por lo visto, hace
ya cinco siglos el rey Fernando II cedió
el lugar llamado Irueña a la Iglesia.
Cada semana vamos una cuadrilla
hasta allí y cargamos piedras talladas,
columnas y capiteles. Llenamos un
carro con las más llamativas y las
llevamos al palacio. Las que mi amo no
quiere las vendo para que las usen en
la construcción. Dicen que los muros
que aún se ven acá y acullá cercaron
un pequeño poblado cuando la
reconquista. Desde entonces el lugar
se usa como cantera. También quitaron
unas piedras hincadas que molestaban
el paso del ganado ¿quién se
molestaría en clavarlas? ¿y para qué?
Irueña. Últimos años del s.XIX
No quiero deciros mi nombre. Dicen
que los moros encerraron un tesoro de
oro y monedas en las tripas del verraco
de Irueña y que lo habían encantado
para que no se viera cómo encontrarlo.
Otros paisanos y yo trabajamos en las
canteras y no íbamos a dejar pasar la
oportunidad de hacernos ricos, así que
barrenamos la escultura en varios sitios
y ¡boom! La hicimos volar por los aires.
¡Qué bárbaro! Algunos trozos saltaron
a más de cuarenta metros.
El caso es que no vimos nada más que
piedra, así que para hacer algo, tiramos
una columna por el terraplén para ver si
llegaba al río. En el pueblo, el señor
Domingo dice que hemos destrozado
una obra histórica. ¡Buah! ¡Si no era
más que una piedra vieja de los moros!
La salida del día 20 de mayo.
Caminaremos por los lugares que
vieron los personajes anteriores: el
despoblado del Villar, un molino, el
dolmen de Casillas, la presa del
Rolloso y el castro de Irueña.
Tendremos información de los lugares
que visitemos, desde los puntos de
vista natural, histórico y arqueológico.
La charla del día 18 de mayo.
El día 18 de mayo, viernes, llevaremos
a cabo una charla divulgativa en la
Casa de las Conchas, a las 20 h, con el
título “Irueña, reconstruir el pasado
para buscar el futuro”. La impartirá
Paula García Encinas, miembro de la
directiva de la Asociación de Amigos
del Castro de Irueña.