El fresco de la mañana nos acompaña desde el puente de Navalperal. Hemos decidido subir por la garganta para aprovechar la sombra. Pasamos la barranca y paramos a comer algo en la laguna de Majalescoba. Es un lugar precioso, con los riscos de las Hoces y del Fraile en primer plano y la cuerda del Gutre y el Picurucho al fondo. Un panorama montañoso único.
Poco más arriba nos sorprende un mastín comiéndose los restos, más bien los huesos, de una cabra. Parece claro que había seguido a algún grupo, quien sabe desde dónde, quién sabe cuándo, y no sabía con quien quedarse para regresar. Sin que pudiéramos hacer nada, nos acompaña hasta Cinco Lagunas, donde se queda con otros que estaban pescando (!).
Ganamos altura hacia el Canchal de la Galana. Allí, el recorrido requiere echar las manos. No es de gran dificultad, pero hay que ir con atención, y hacer algunas trepadas. Al final, la cumbre de la Galana, con su formidable mirador.
Tras comer, pasamos junto a la portilla "Del Tío Muñoz" (sólo algunos sabemos el origen de ese nombre, algún día lo contaré), recorremos el espaldar del Güetre, el Belesar, Meapoco, aprovechamos la última visión sobre la Hoya de la Berzas y descendemos hacia los circos de las Lagunillas, tan escondidos, tan desconocidos, a pesar de la mucha gente que camina por la garganta del Pinar.
El descenso lo hacemos por la cuerda de los Barquillos. Los Barquillos son los restos de las morrenas que el glaciar arrastró a lo largo de siglos. Las formas onduladas y ahuecadas en la ladera hacen comprender los fenómenos glaciares, como también lo son las acumulaciones y alineaciones de grandes piedras arrastradas a uno y otro lado de la garganta.
Se trata de una excursión circular dura, con más 30 km de longitud y casi 1.700 m de desnivel, pero absolutamente recomendable por su variedad y belleza. Sole y Manolo, fantásticos compañeros para este magnífico recorrido.
Pincha aquí, o en las fotos, si quieres ver algunas fotos de la salida.
Poco más arriba nos sorprende un mastín comiéndose los restos, más bien los huesos, de una cabra. Parece claro que había seguido a algún grupo, quien sabe desde dónde, quién sabe cuándo, y no sabía con quien quedarse para regresar. Sin que pudiéramos hacer nada, nos acompaña hasta Cinco Lagunas, donde se queda con otros que estaban pescando (!).
Ganamos altura hacia el Canchal de la Galana. Allí, el recorrido requiere echar las manos. No es de gran dificultad, pero hay que ir con atención, y hacer algunas trepadas. Al final, la cumbre de la Galana, con su formidable mirador.
Tras comer, pasamos junto a la portilla "Del Tío Muñoz" (sólo algunos sabemos el origen de ese nombre, algún día lo contaré), recorremos el espaldar del Güetre, el Belesar, Meapoco, aprovechamos la última visión sobre la Hoya de la Berzas y descendemos hacia los circos de las Lagunillas, tan escondidos, tan desconocidos, a pesar de la mucha gente que camina por la garganta del Pinar.
El descenso lo hacemos por la cuerda de los Barquillos. Los Barquillos son los restos de las morrenas que el glaciar arrastró a lo largo de siglos. Las formas onduladas y ahuecadas en la ladera hacen comprender los fenómenos glaciares, como también lo son las acumulaciones y alineaciones de grandes piedras arrastradas a uno y otro lado de la garganta.
Se trata de una excursión circular dura, con más 30 km de longitud y casi 1.700 m de desnivel, pero absolutamente recomendable por su variedad y belleza. Sole y Manolo, fantásticos compañeros para este magnífico recorrido.
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