Quiero hacer una reflexión sobre los accidentes de trabajo con motivo de la tragedia ocurrida el pasado día 24 de abril en Bangladesh.
Hay otro componente de importancia en el asunto de la ropa, que ya traté en el post "puntadas tóxicas"
Cada vez que ocurre algo parecido, todo el mundo se echa las manos a la cabeza. Parece como si fuera algo imprevisible, fruto de “la casualidad”, “el destino” o “la mala suerte”. Nada más lejos de la realidad.
En el caso de Bangladesh se han juntado la codicia asesina de quien quiere hacerse millonario a costa de la miseria de muchos, la irresponsabilidad de los técnicos que diseñaron o controlaron la construcción, la corrupción de autoridades que lo permitieron (con los mismos sistemas de “sobres” que se han puesto de manifiesto en España, por supuesto) y también el sistema que permite que marcas internacionales de ropa fabriquen sus prendas en lugares sin condiciones laborales mínimas y con salarios miserables, en el caso de la fábrica derrumbada, 28 euros al mes. El edificio ocupaba más de 3.000 trabajadoras en nueve plantas, seis de ellas construidas ilegalmente sobre una estructura que no podía soportarlas.
Mientras no haya muertos en cantidades que llamen la atención, el sistema parece seguir funcionando. De vez en cuando hay un incendio o una catástrofe difícil de ocultar, pero los muertos en lugares pobres no llaman nuestra atención de una forma tan poderosa como por ejemplo un atentado terrorista que nos toque de cerca. Sólo un dato para darnos cuenta de ello: en los terribles atentados del 11M en Madrid hubo 191 muertos y 1858 heridos; en el accidente criminal de Bangladesh, de momento hay más de 500 muertos, cientos de desaparecidos y unos 2.400 heridos.
¿Qué se hace en estos casos? Lo mínimo para que todo siga igual: buscar culpables puntuales, encarcelar a los que no tengan poder o dinero suficiente y nada más, hasta que ocurra la siguiente tragedia en otra fábrica. Queda excluído un control sistemático que asegure unos lugares de trabajo saludables, una gestión que evite la corrupción y unos controles previos y sistemáticos. Para los países que no tengan posibilidades, sería necesaria la colaboración internacional.
En el caso de Bangladesh se han juntado la codicia asesina de quien quiere hacerse millonario a costa de la miseria de muchos, la irresponsabilidad de los técnicos que diseñaron o controlaron la construcción, la corrupción de autoridades que lo permitieron (con los mismos sistemas de “sobres” que se han puesto de manifiesto en España, por supuesto) y también el sistema que permite que marcas internacionales de ropa fabriquen sus prendas en lugares sin condiciones laborales mínimas y con salarios miserables, en el caso de la fábrica derrumbada, 28 euros al mes. El edificio ocupaba más de 3.000 trabajadoras en nueve plantas, seis de ellas construidas ilegalmente sobre una estructura que no podía soportarlas.
Mientras no haya muertos en cantidades que llamen la atención, el sistema parece seguir funcionando. De vez en cuando hay un incendio o una catástrofe difícil de ocultar, pero los muertos en lugares pobres no llaman nuestra atención de una forma tan poderosa como por ejemplo un atentado terrorista que nos toque de cerca. Sólo un dato para darnos cuenta de ello: en los terribles atentados del 11M en Madrid hubo 191 muertos y 1858 heridos; en el accidente criminal de Bangladesh, de momento hay más de 500 muertos, cientos de desaparecidos y unos 2.400 heridos.
¿Qué se hace en estos casos? Lo mínimo para que todo siga igual: buscar culpables puntuales, encarcelar a los que no tengan poder o dinero suficiente y nada más, hasta que ocurra la siguiente tragedia en otra fábrica. Queda excluído un control sistemático que asegure unos lugares de trabajo saludables, una gestión que evite la corrupción y unos controles previos y sistemáticos. Para los países que no tengan posibilidades, sería necesaria la colaboración internacional.
No podemos ser cómplices desde nuestra cómoda sociedad de consumo en que se mantengan condiciones laborales próximas a la esclavitud. Debemos exigir a nuestras autoridades que sólo se pueda comercializar bienes que hayan sido producidos en condiciones de seguridad, cumpliendo con normativas internacionales, como las de la O.I.T, vengan de donde vengan. No se trata de no importar ropa del tercer mundo (todo lo contrario: hay que apoyarles) sino de exigir que se cree en unas condiciones aceptables. No basta con comprobar la calidad, es necesario saber cómo se han generado. Las grandes marcas (en este caso El Corte Inglés recibía prendas de los talleres situados en el edificio siniestrado) deben asegurarse de ello y certificarlo para que todos lo sepamos. Exijamos a las grandes marcas un compromiso. Yo estoy dispuesto a pagar algo más a quien me demuestre por escrito este compromiso.
Hay otro componente de importancia en el asunto de la ropa, que ya traté en el post "puntadas tóxicas"
Con independencia de las condiciones sociales en los países donde se fabrica ropa barata, la sociedad en general desprecia las medidas preventivas. Ningún accidente y menos un desplome de un gran edificio o un incendio devastador ocurren porque sí. Incluso el más leve de los accidentes tiene causas reales e identificables con antelación que son la manifestación de errores o actuaciones humanas. No basta con hacer investigaciones posteriores a los accidentes: hay que adelantarse a ellos. Nadie debe permanecer pasivo ante situaciones que son "indicadores de riesgo", pero este asunto es muy amplio y muy importante; merece la pena dejarlo para otro post...
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