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martes, 18 de septiembre de 2018

Tour Mont Blanc. Glaciar de Bossons. 2018-09


10 de septiembre.

Comenzamos la mañana visitando unos de los glaciares más cercanos, el de Bossons. Debido a su inclinación es uno de los más rápidos en su desplazamiento, cerca de 200 metros al año, lo que implica que los bloques de hielo se mueven y caen con regularidad.

Este glaciar tiene un sentido especial para mí porque fue el primero que recorrí cuando estuve en el macizo del Mont Blanc por primera vez. Vinimos Félix, Paco Cano, Jose Truji y yo. Partimos de la estación intermedia del teleférico de la Aiguille du Midi y atravesamos por la ladera hasta llegar a la lengua glaciar. Recuerdo la caída de piedras antes de llegar y el dramático caos del paso entre las grietas. El camino era cambiante. Me impresionaron tanto las dimensiones de los obstáculos de hielo como el hecho de que Escubi (que era quien tenía más experiencia) nos advirtiera para que no alzáramos la voz con objeto de que la vibración no alterase el equilibrio de algún bloque. 

En un promontorio rocoso, rodeado por el hielo del glaciar, se sitúa el refugio de Grand Mulets, donde nos alojábamos dos días. Recuerdo estar sentado al atardecer al borde de la roca, con el hielo debajo, oyendo sus crujidos, unos débiles y otros muy fuertes. La sensación era desconcertante, como si el glaciar fuera un ser vivo que me enviara señales. Del ascenso nocturno por el glaciar el recuerdo más fuerte es cuando Jose pasaba sobre un gran serac que se movió hacia adelante. Afortunadamente, sólo se acomodó y quedó fijo, permitiéndonos retroceder a la luz de los frontales y pasar por otro lugar. No es fácil imaginar la descarga de adrenalina que tuve en el momento en el que el hielo se movió bajo nuestros pies. Tampoco se puede olvidar la dura subida a lo largo del glaciar hasta unirnos con la vía normal en la cabaña Vallot y el descenso que hicimos, demasiado tarde, con un calor asfixiante y casi exhaustos.

Ahora subimos en el telesilla que nos deja frente a la cascada de hielo terminal en el Chalet de Bossons. Seguimos por el camino que trepa por el bosque hasta el Chalet des Pyramides. Las vistas son casi cenitales sobre el hielo final del glaciar. Es espectacular ver cómo se separan las láminas de hielo como si fueran enormes hojas de un pastel hojaldrado.

Glaciar de Taconnaz.




Glaciar de Bossons.

El camino sin duda vale la pena y es recomendable, como si duda debe serlo seguir hacia delante hasta la Jonction, el último lugar donde se puede subir sin pisar hielo y que separa los glaciares de Taconnaz y de Bossons. Lo dejo en mi carpeta de “pendientes”.

Tras este recorrido nos dividimos en dos grupos, unos fueron a la Mer de Glace con el tren de Montenvers y otros nos quedamos para llevar a cabo una actividad que no podía haber sospechado sólo un día antes: ¡volar en parapente! 

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