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domingo, 31 de mayo de 2020

Jultayu. Macizo Occidental Picos de Europa.

Ahora que vamos viendo la posibilidad de volver a la montaña, merece la pena recordar alguno de los extraordinarios lugares que podemos visitar sin necesidad de grandes desplazamientos, como los que hemos recorrido durante los meses pasados, antes del cierre forzado por la expansión del Covid.


El verano pasado hicimos una salida montañera al Jultayu, en el macizo Occidental de Picos de Europa: una apuesta segura.

Lo cierto es que fuimos un poco por eliminación. Queríamos pasar el fin de semana en Picos y el único refugio en el que encontramos plazas libres fue el de la Vega de Ario. Además teníamos un recuerdo magnífico del Jultayu.

Dormimos en Cangas y el sábado comenzamos temprano nuestra ruta bajo la lluvia. Como digo con frecuencia, el mal tiempo tiene sus contrapartidas, como disfrutar de los Lagos de Covadonga sin apenas gente. Desde el Lago Ercina el camino hasta el refugio es sencillo. Al llegar a la majada de Bobias "la oímos" más que "la vemos". Con buena temperatura, pero con lluvia, subimos la rebaladiza cuesta de "las Reblagas", que nos deja en el collado del Jito. Allí las nubes nos permiten ver el entorno del refugio.

Por la tarde el tiempo parece estabilizarse, así que vamos a asomarnos sobre la canal de Trea. El espectáculo comienza de verdad. Las nubes juegan con los contrafuertes del macizo Central; muestran y ocultan el valle en una danza permanente. Las formas cambian constantemente. Decidimos subir al pico situado a la izquierda de la majada, llamado "Cabeza Llambría". Las nubes vuelven a cerrarse y nos dejan entre la niebla.


Las previsiones meteorológicas se cumplen y domingo amanece espléndido. Sin nubes y con buena temperatura. Atravesamos el Jou del Jultayu para llegar por el collado del Cuvicente hasta la ventana natural de Juracao. La cresta de subida ya es un espectáculo, que se refuerza con el óvalo que enmarca el macizo central, con Caín 1500 metros por debajo.




 Las nubes vuelven a jugar con el paisaje hasta que llegamos a la cumbre del Jultayu ¡Qué magnífico panorama! El valle de Valdeón de extiende bajo nuestros pies. A la derecha, Peñablanca y Robliza delante de la mole de Peña Santa de Castilla. Frente a nosotros, la canal de Dobresengos apunta a Los Cabrones y Torrecerredo, la mayor elevación de la cordillera (2.649 m). Es un lugar impactante. de enorme belleza y fuerza.




Decidimos descender para llegar a Cabeza Llambría, donde teníamos intención de haber ido el día anterior. Ahora la visión se revela en toda su grandeza. La panorámica alcanza desde la canal de Culiembro, que cae al abismo del Cares, pasa por la fortaleza del macizo Central, el valle de Valdeón y Peña Santa.


No sabemos donde mirar. Es todo enorme, brutal, inabarcable. El contraste entre las construcciones naturales de los picos y los valles verdes, aparentemente tan cercanos, se refuerza. Los buitres planean por debajo de nosotros. Parece imposible que un lugar tan hermoso, tan accesible, tan impactante, sea a la vez tan solitario. Sin saber bien el motivo, creedme, la emoción me llena los ojos de lágrimas.

miércoles, 6 de mayo de 2020

Gran Canaria 2020, Nublo, Tirajana, Agaete, Las Palmas.

Continúa de "Gran Canaria 2020. Guayadeque y Monte Tauro"

En el mes de enero estuvimos aprovechando Gran Canaria al máximo con el tiempo disponible: cuatro días de excursiones fuertes, una más suave y varias visitas a monumentos arqueológicos, incluido el museo Canario.

Los caminos están bien señalizados y hay sobrada documentación para conocerlos, así como para informarse previamente de los destinos culturales y de naturaleza.


Tras las dos primera jornadas en Guayadeque y Monte Tauro, el tercer día vamos al "corazón" de Gran Canaria. Salimos de la Cruz de Tejeda y seguimos una senda bajo la cual se van desplegando valles, barrancos, montañas y mar. Los roques Nublo y Bentayga destacan como altares apuntando al cielo. Son unas estampas, tan bellas, tan estéticas, que parecen inventadas.

Llegamos al roque Nublo. Allí nos vemos envueltos por las nubes y el frío, lo que nos permite disfrutar de las formaciones con muy poca gente. Tras descender por pinares, junto a pináculos, perforaciones y caprichos geológicos, llegamos a la Culata, desde donde gano altura para regresar a por el coche. Carmen sigue hasta Tejeda. La travesía final ha sido larga y dura, pero merece la pena con mucho.




El cuarto día dedicamos la mañana a visitas culturales: El Cenobio de Valerón disfuta de un emplazamiento sobre un barranco. Las celdas forman una estructura similar a una colmena y nos informan de la organización que tuvieron los aborígenes que las construyeron y utilizaron. La Cueva Pintada de Gáldar, aparte de la belleza de las pinturas, merece ser conocida por la infraestructura que protege el yacimiento y la calidad de la visita guiada. Me quito el sombrero ante el esfuerzo que se hace para conservar y divulgar el patrimonio arqueológico. Así debería de hacerse en todas partes. También visitamos la necrópolis del Maipés de Agaete, con más de 700 tumbas o túmulos construidos en una colada volcánica.


Completamos la jornada con un paseo hasta la playa de la Guayedra. El entorno es bello y agreste, bajo las paredes sobre las que surge el pinar de Tamadaba. No nos gusta el hecho de que la ruta tiene que pasar nos cientos de metros por el peligroso arcén de una carretera.

Bajamos a Agaete para ver desde otra perspectiva los restos del "Dedo de Dios", pináculo del "Risco Partido" cuya parte superior se desplomó en 2005.



Decidimos seguir la carretera que lleva por el Noroeste hacia la Aldea para ver los acantilados. El recorrido es increíble, por lo abrupto del recorrido, casi aéreo y ... ¡por el peligro que tiene!
Entre las localidades de La Aldea y El Risco se ha construido un tramo de autovía magnífico, pero hasta llegar allí, no queda más remedio que seguir los 15 km de la carretera GC200. Se da la circunstancia de que la Aldea es una zona con cultivos en invernaderos. Los enormes camiones con productos de ese valle circulan por la autopista GC2 y siguen por la carretera peligrosa, estrecha, llena de curvas muy cerradas y con visibilidad casi nula, a una velocidad incompatible con el trazado. Estábamos llegando a una curva hacia la izquierda donde lo único que se veía era la carretera perdiéndose tras la pared del acantilado. Ya nos habíamos cruzado con varios camiones, así que, cuando oí un claxon, paré a la derecha, con el mar cientos de metros por debajo. Vimos venir hacia nosotros un trailer articulado a una velocidad que hacía imposible que frenara. Lo cierto es que vimos como la caja pasó...demasiado cerca de nuestro coche.

El susto sólo se nos pasó cuando, tras un tramo de autovía, nos salimos a la antigua carretera que allí sólo sirve para llegar al "mirador del Balcón", un fantástico lugar para ver el anochecer.


El siguiente día hacemos otra ruta memorable y original. Dejamos el coche en San Bartomé de Tirajana. Allí cogimos un taxi que nos llevó a una aldea llamada la Culata de Tirajana (10 €). Tras hablar con un paisano, subimos por un camino que se perdía en ocasiones. Se trata de barranco duro, enriscado en ocasiones y espléndido en todas partes. El camino obliga a hacer alguna pequeña trepada fácil, a pasar por el cauce seco de un barranco, seguir varios pasillos aéreos, uno de ellos asegurado con un cable y pasar por un hueco en la pared entre los barrancos llamados cañadones Sombrío y del Jierro. No da tregua. Es exigente y ofrece unas vistas soberbias.




Llegamos a la cuerda con las nubes lamiendo la cresta. Vienen de la ladera contraria y juegan al escondite con el "Morro de la Agujerada" y su ventana. Seguimos hacia la cumbre del Campanario, con el Pico de las Nieves enfrente y de allí continuamos junto a los precipicios de los Riscos de Tirajana. 

En el descenso nos desviamos para parar en la ventana del Nublo, precioso mirador panorámico con las crestas del macizo interior sobre las que destaca la silueta del roque más representativo de la isla.
Por camino, en uno de los pinares, nos deleitamos contemplando a placer a un pico picapinos.



La pista empedrada, con una conservación admirable, se revuelve entre riscos para bajar hasta la degollada de la Cruz Grande; desde allí descendemos a San Bartolomé de Tirajana para llegar al coche. Ha sido la ruta más larga y dura, pero ¡Qué belleza! ¡Qué variedad! la recomiendo vivamente.

Así llegamos al último día, que pasamos haciendo turismo en Las Palmas, visitando mercados, el museo Canario y la playa.



En este enlace puedes acceder a una colección de fotos de estas cuatro jornadas.





martes, 5 de mayo de 2020

Gran Canaria 2020. Guayadeque, Monte Tauro


Todas las islas Canarias son fabulosas. Por unos motivos u otros, ya sean geológicos, paisajísticos, culturales, gastronómicos, meteorológicos... Siempre que vamos las disfrutamos como si fuera una primera vez. Siempre nos encontramos con gente amable. Siempre nos quedamos con ganas de regresar.

Gran Canaria no suele ser la primera opción cuando se elige un isla y sin embargo, la variedad y belleza de sus senderos, su enorme riqueza arqueológica y un precio ajustado en invierno, la hacen un destino muy deseable. Gran Canaria fue mi primera isla en tiempos "protohistóricos". Ya tocaba, así que en enero de este año hicimos una escapada de seis días. Además contábamos con la información que nos había pasado Manolo para ir directamente a los lugares de mayor interés.


El madrugón del día de llegada compensó con una jornada en la que ya hicimos nuestra primera ruta: El barranco de Guayadeque, conocido por su gran tamaño, sus endemismos botánicos y los asentamientos arqueológicos en cientos de cuevas que aún hoy se están excavando.

El camino gana altura fácilmente, primero entre huertos y luego por zonas con almendros, acebuches, pino, cactus, pitas y muchas especies endémicas. Tras una subida por terreno más suelto le llega a la Caldera de los Marteles, cuyas paredes de roca volcánica encuadran un óvalo plano que ha sido usado desde siempre como terreno de cultivo.

El pino canario tiene la facilidad de aguantar bien los incendios. Su corteza en muy gruesa, lo que permite que arda sin llegar a morir el árbol. Algunas imágenes, como la primera de este comentario, con las ramas brotando con fuerza desde los troncos negros son -así lo espero- una metáfora de la vuelta a la normalidad tras el desastre sufrido con la pandemia.

El camino transita por la separación de barrancos y desciende a Guayadeque por un sendero delicioso, lleno de postales de gran belleza.


El día siguiente subimos desde El Molino de Mogán al monte Tauro. El camino asciende por la barrera de "Los Laderones", serpentea, pasa por una faja aérea y gana de una forma atrevida la zona amesetada superior. Seguimos el borde del abismo por lugares con nombres como los Llanos de Guirre o la degollada de las Lapas.




Si las vistas hasta aquí ya han sido extraordinarias, los puntales junto a la cumbre del Tauro nos sorprenden aún más. El valle de Mogán se extiende a nuestros pies tras un cortado de cientos de metros. Nuestra mirada va desde los colores amarillos, rojos, blancos o violetas de los afloramientos rocosos de "Los Azulejos" hasta las cordilleras que se extienden por todas partes.



Nos dividimos. Carmen continúa la travesía en descenso hacia el Norte y yo regreso a por el coche, para subir la estrecha carretera. Cada revuelta del trazado ofrece una visión más y más grandiosa del Tauro. No es de extrañar que fuera una montaña sagrada para los pobladores prehispánicos.

En este enlace puedes acceder a una colección de FOTOS DE ESTAS DOS JORNADAS.
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Continúa en el post "Gran Canaria 2020. Nublo, Tirajana, Agaete, Las Palmas"


sábado, 2 de mayo de 2020

Atenas y Delfos. 2020.


El viaje a Atenas por fuerza tenía que tener un fuerte contenido cultural. Así lo habíamos imaginado, aunque merece la pena por otros muchos aspectos. Sin planificarlo en modo alguno, pues todo estaba listo ya a finales del año anterior, tuvimos la suerte de hacer un recorrido memorable en casi las últimas fechas posibles, antes de la irrupción del covid 19.

Atenas cuenta con algunos de los museos arqueológicos más importantes del mundo, especialmente el Museo Arqueológico Nacional de Atenas y el nuevo de la Acrópolis, inaugurado en 2009. El primero conserva obras de arte de las culturas griegas, algunas de una antigüedad difícil de asimilar. El edificio clásico que lo alberga tiene multitud de salas, pero muchas de ellas están cerradas, al parecer por falta de personal. Me impresiona la calidad de todo lo expuesto, pero más aún que algunas obras de arte no estén pensadas para glorificar deidades, sino como diversión o por motivos estéticos, como las máscaras o la que representa a un jinete ganador en una competición.




El museo de la Acrópolis, es un edificio contemporáneo edificado sobre pilares, de forma que permite contemplar los restos de las diferentes construcciones que ocuparon el solar durante siglos. El acceso desde los hallazgos más arcaicos hasta la planta primera se hace a través de una rampa que recuerda la subida a la colina sagrada. Por el camino vamos descubriendo la categoría artística de piezas antiquísimas.

La primera planta alberga joyas arqueológicas procedentes de los templos. Las famosas Cariátides se exponen dejando un hueco libre, esperando a la que falta por venir, todavía secuestrada en Londres.


Sorprenden por su fuerza las esculturas de templos muy anteriores al Partenón. Afortunadamente, sus restos destruidos por guerras se dejaron como escombros en lugar de aprovecharse. Los gustos iban cambiando y lo anticuado se ocultaba. Esto ha permitido su recuperación parcial. Los combates de animales y las deidades que representan leyendas épicas se muestran tal y como aparecían en los frontones de los templos.

La riqueza encontrada en un espacio tan reducido es gigantesca, difícil de entender por su complejidad y su extensión en el tiempo. Es fácil sentirse abrumado entre tantos restos, a cuál de mayor finura y belleza.


La planta superior está completamente dedicada al Partenón; reproduce su forma en tamaño original e incluso está girada para coincidir con la orientación del templo. La luz natural entra por sus paredes acristaladas desde donde podemos ver el edificio original dominando la colina de la Acrópolis.

De sobra es conocido el histórico expolio de los mármoles que en su mayoría se exponen en el Museo Británico. Allí nos emocionamos contemplando la fuerza de los relieves originales, pero ahora además vemos las esculturas en un lugar similar a aquel para el que fueron creadas en el siglo V a.C. La exposición reproduce frontones, frisos y metopas. Menos de la mitad son originales. Algunas han sido devueltas desde diferentes museos de Europa. Las que no han sido devueltas por el Reino Unido se reproducen en escayola …esperando a los originales.

Pensando en el Partenón, a pesar de lo mucho que he disfrutado en el museo, me viene a la cabeza una reflexión: nada podría superar la emoción de ver las obras de arte en el lugar para el que fueron concebidas. Ya sé que es imposible, que es difícilmente compatible con la conservación y que incluso allí la magia de la comprensión de las obras sería más difícil y se vería diluida por la masa de turistas haciéndose selfies… simplemente me lo imagino.


Obviamente lo anterior no se aplica para edificios anteriores, que ocuparon el mismo lugar, como los restos del Hecatompedon o las maravillosas esculturas del Museo Arqueológico Nacional de Atenas, bronces y mármoles con una calidad difícil de asimilar teniendo en cuenta que muchos fueron elaborados hace más de veinticinco siglos. Otras piezas de tiempos anteriores nos llenan de emoción y alguna nos sorprende por su aparente modernidad, como los bustos cicládicos, procedentes de una cultura que se desarrolló entre el 3200 y el 2000 a.C.


La ciudad es agradable en general y fácil de caminar en su parte antigua. Hay multitud de restaurantes con ofertas sanas y de calidad, calles abarrotadas, plazas llenas de vida y restos arqueológicos por todas partes. Desde las colinas se tienen vistas formidables sobre la ciudad y el puerto del Pireo.


Ampliamos las visitas desde Atenas a varios lugares Patrimonio de la Humanidad de la Unesco: el monasterio bizantino de Osios Loukás, la antigua ciudad de  Delfos y Meteora.

Osios Loukás es conocido por su arquitectura, pintura y sobre todo sus mosaicos del siglo XI.


Delfos tiene algo especial. Su emplazamiento en una ladera del monte Parnaso parece transmitir la idea de poder. Está situada en una meseta inclinada junto a desafiantes riscos rojizos y dominando un valle que se extiende semicircular a sus pies. No es de extrañar que, de acuerdo con los mitos, Zeus la eligiera como centro del universo y así fuera considerada durante siglos. Ejerció como imán místico al menos desde el 800 a.C. (aunque hay evidencias de su ocupación ya en el 1400 a.C.) Sus riquezas obtenidas como donaciones llegaron a alcanzar tal nivel, que a pesar de los múltiples saqueos aún se encontraron obras de arte de un valor inmenso. Emociona caminar por la vía sacra, entre los restos de los templos y ver las paredes de algunos edificios llenas de escritos en antigua lengua griega. El pequeño museo también es impresionante y delicioso.



Sobre la visita a Meteora, puedes acceder a la entrada que ya publiqué en este blog.


viernes, 1 de mayo de 2020

Madeira, los caminos del agua

La forzosa parada en la actividad viajera me lleva a repasar alguna de las escapadas anteriores, que han sido muchas y muy gratificantes.

Hace un año visitamos Madeira por segunda vez en poco tiempo. Entonces, acompañamos al agua despeñándose por los barrancos, mientras que ahora hemos tenido un viaje más reposado, aunque no exento de recorridos exigentes, disfrutando de la naturaleza. Puedes ver las imágenes y comentarios de los recorridos anteriores en estos enlaces:



En esta ocasión comenzamos por el Cabo de San Lorenzo, cuya costa torturada muestra las huellas del origen volcánico de la isla.



Seguimos el paso de las conducciones de agua, las levadas, tan abundantes y espectaculares, como las de Risco, Alecrim y Venticinco Fontes, muy concurridas pero llenas de vegetación y de gran belleza. La cascada y el lago de Vento, que se aparta de lo más conocido, presenta un aspecto inolvidable.



Otras levadas nos llevan a las enormes Caldeirao Verde y Caldeirao do Inferno, y a otras como Lamaçeiros, Ribeiro Frío, Balçoes o Porto da Cruz. La mayoría de ellas se recogen en los post anteriores. Cada una tiene sus incentivos: túneles de todo tipo, precipicios, vistas sobre bosques tupidos de laurisilva, tapices vegetales o cultivos en laderas inclinadas hacia el abismo.



Los senderos por la zona más elevada también son imprescindibles: Areeiro-Ruivo, Camino Real da Encumeada o Ribeira dos Cedros. Este último une la meseta, bajo un arbolado centenario, con una de las levadas más antiguas.





Los miradores, algunos con funiculares utilizados para llegar a los cultivos al lado del mar, los jardines exuberantes de flores y plantas, la costa, los mercados, ciudades y pueblos, la gastronomía, todo presenta un gran interés en Madeira.


El 14 de febrero de este año, Jose y yo hicimos una presentación en “El Trotaviernes”, comentando los dos viajes.