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miércoles, 6 de mayo de 2020

Gran Canaria 2020, Nublo, Tirajana, Agaete, Las Palmas.

Continúa de "Gran Canaria 2020. Guayadeque y Monte Tauro"

En el mes de enero estuvimos aprovechando Gran Canaria al máximo con el tiempo disponible: cuatro días de excursiones fuertes, una más suave y varias visitas a monumentos arqueológicos, incluido el museo Canario.

Los caminos están bien señalizados y hay sobrada documentación para conocerlos, así como para informarse previamente de los destinos culturales y de naturaleza.


Tras las dos primera jornadas en Guayadeque y Monte Tauro, el tercer día vamos al "corazón" de Gran Canaria. Salimos de la Cruz de Tejeda y seguimos una senda bajo la cual se van desplegando valles, barrancos, montañas y mar. Los roques Nublo y Bentayga destacan como altares apuntando al cielo. Son unas estampas, tan bellas, tan estéticas, que parecen inventadas.

Llegamos al roque Nublo. Allí nos vemos envueltos por las nubes y el frío, lo que nos permite disfrutar de las formaciones con muy poca gente. Tras descender por pinares, junto a pináculos, perforaciones y caprichos geológicos, llegamos a la Culata, desde donde gano altura para regresar a por el coche. Carmen sigue hasta Tejeda. La travesía final ha sido larga y dura, pero merece la pena con mucho.




El cuarto día dedicamos la mañana a visitas culturales: El Cenobio de Valerón disfuta de un emplazamiento sobre un barranco. Las celdas forman una estructura similar a una colmena y nos informan de la organización que tuvieron los aborígenes que las construyeron y utilizaron. La Cueva Pintada de Gáldar, aparte de la belleza de las pinturas, merece ser conocida por la infraestructura que protege el yacimiento y la calidad de la visita guiada. Me quito el sombrero ante el esfuerzo que se hace para conservar y divulgar el patrimonio arqueológico. Así debería de hacerse en todas partes. También visitamos la necrópolis del Maipés de Agaete, con más de 700 tumbas o túmulos construidos en una colada volcánica.


Completamos la jornada con un paseo hasta la playa de la Guayedra. El entorno es bello y agreste, bajo las paredes sobre las que surge el pinar de Tamadaba. No nos gusta el hecho de que la ruta tiene que pasar nos cientos de metros por el peligroso arcén de una carretera.

Bajamos a Agaete para ver desde otra perspectiva los restos del "Dedo de Dios", pináculo del "Risco Partido" cuya parte superior se desplomó en 2005.



Decidimos seguir la carretera que lleva por el Noroeste hacia la Aldea para ver los acantilados. El recorrido es increíble, por lo abrupto del recorrido, casi aéreo y ... ¡por el peligro que tiene!
Entre las localidades de La Aldea y El Risco se ha construido un tramo de autovía magnífico, pero hasta llegar allí, no queda más remedio que seguir los 15 km de la carretera GC200. Se da la circunstancia de que la Aldea es una zona con cultivos en invernaderos. Los enormes camiones con productos de ese valle circulan por la autopista GC2 y siguen por la carretera peligrosa, estrecha, llena de curvas muy cerradas y con visibilidad casi nula, a una velocidad incompatible con el trazado. Estábamos llegando a una curva hacia la izquierda donde lo único que se veía era la carretera perdiéndose tras la pared del acantilado. Ya nos habíamos cruzado con varios camiones, así que, cuando oí un claxon, paré a la derecha, con el mar cientos de metros por debajo. Vimos venir hacia nosotros un trailer articulado a una velocidad que hacía imposible que frenara. Lo cierto es que vimos como la caja pasó...demasiado cerca de nuestro coche.

El susto sólo se nos pasó cuando, tras un tramo de autovía, nos salimos a la antigua carretera que allí sólo sirve para llegar al "mirador del Balcón", un fantástico lugar para ver el anochecer.


El siguiente día hacemos otra ruta memorable y original. Dejamos el coche en San Bartomé de Tirajana. Allí cogimos un taxi que nos llevó a una aldea llamada la Culata de Tirajana (10 €). Tras hablar con un paisano, subimos por un camino que se perdía en ocasiones. Se trata de barranco duro, enriscado en ocasiones y espléndido en todas partes. El camino obliga a hacer alguna pequeña trepada fácil, a pasar por el cauce seco de un barranco, seguir varios pasillos aéreos, uno de ellos asegurado con un cable y pasar por un hueco en la pared entre los barrancos llamados cañadones Sombrío y del Jierro. No da tregua. Es exigente y ofrece unas vistas soberbias.




Llegamos a la cuerda con las nubes lamiendo la cresta. Vienen de la ladera contraria y juegan al escondite con el "Morro de la Agujerada" y su ventana. Seguimos hacia la cumbre del Campanario, con el Pico de las Nieves enfrente y de allí continuamos junto a los precipicios de los Riscos de Tirajana. 

En el descenso nos desviamos para parar en la ventana del Nublo, precioso mirador panorámico con las crestas del macizo interior sobre las que destaca la silueta del roque más representativo de la isla.
Por camino, en uno de los pinares, nos deleitamos contemplando a placer a un pico picapinos.



La pista empedrada, con una conservación admirable, se revuelve entre riscos para bajar hasta la degollada de la Cruz Grande; desde allí descendemos a San Bartolomé de Tirajana para llegar al coche. Ha sido la ruta más larga y dura, pero ¡Qué belleza! ¡Qué variedad! la recomiendo vivamente.

Así llegamos al último día, que pasamos haciendo turismo en Las Palmas, visitando mercados, el museo Canario y la playa.



En este enlace puedes acceder a una colección de fotos de estas cuatro jornadas.





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