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lunes, 8 de agosto de 2022

San Esteban de Cuñaba-Tresviso-Pasada del Picayo-San Esteban. Picos de Europa.


Nuevamente iremos a Tresviso desde el desfiladero de la Hermida. Lo habíamos hecho ya por el zigzagueante camino de las minas de Ándara; por la Pasada del Picayo y por la senda del Canal de Urdón. Esta última desgraciadamente ha sido cortada por el expeditivo procedimiento de demoler su pasarela colgada.

En la imagen que sigue, que tomamos en agosto del 2020, se ve la pasarela de Matallana. Ya no existe. 


Ahora volveremos a recorrer la formidable senda del Picayo, pero -claro está- no vamos a hacerlo de una forma sencilla. Haremos una ruta circular desde San Esteban de Cuñaba, para rodear la sierra de Cocón, subir al pico Jajau, bajar a Tresviso y regresar por la Pasada del Picayo.





Comenzamos el recorrido en San Esteban de Cuñaba. Una senda ganadera bien marcada, aunque disimulada por las hierbas en algunos tramos, nos lleva por el margen izquierdo de una garganta espectacular. Pasamos bajo bosquetes de avellanos, serbales, hayedos y algunas coníferas. En algunos momentos, con las nubes sobre nosotros, parece que nos hayamos trasladado a Madeira, tanto por la humedad, la visión del enorme tajo por el que transcurre el río San Esteban, los inclinados contrafuertes de la sierra del Cocón y la vegetación que cubre las laderas.


Aquí tuvimos que sufrir la parte negativa de la ruta: la abundancia de garrapatas. Todas las condiciones se daban para que las hubiera: el ganado que no vimos hasta las brañas superiores, la humedad, el calor y los helechos. Eran muy pequeñas, pero abundantes. Es condición indispensable usar un repelente en esta época del año (julio). Tampoco viene mal uno de insectos porque los tábanos atacan y me obligan a llevar manga larga (se ve que les gusta especialmente mi sangre, porque a Carmen la ignoraban).


Cuando llegamos a las brañas el problema desaparece, a la vez que el terreno se empina y las nubes se abren para descubrirnos la compleja arquitectura de la sierra de Cocón.



Desde el collado Gabalín se descubren las sierras asturianas del norte y poco más alto, en el Collado Galamería y el pico Jajau, los Picos de Europa, con el Urriellu destacando como un altar. La calima no permite una buena visión. Habrá que regresar para contemplarlo en condiciones.



El descenso hacia Tresviso es complicado. Hay que bajar una canal muy inclinada y resbaladiza. En mi opinión, debe evitarse en el caso de que esté mojada.

Primero por laderas sin senda y luego por camino se llega a Tresviso. Ya llevamos un buen desnivel y longitud, pero no queda más remedio que seguir. Afortunadamente vamos bien de tiempo así que nos relajamos, reponemos calorías, nos hidratamos y descansamos en la terraza de un bar.

Desde Tresviso seguimos por la senda de la Pasada del Picayo. Su trazado es difícil de imaginar hasta que no se van descubriendo los pasos. Muchos de ellos están asegurados con cables y barandillas. Todos son espectaculares. Es un sendero único y recomendable, siempre y cuando se controle el vértigo y se vaya con precaución. Hace unos años tuvimos una dificultad añadida: una cabras por encima moviendo piedras que caían sobre nosotros.



Para terminar de darle emoción, entra la niebla e incluso la lluvia fina: Más necesidad de extremar la precaución.



Ocasionalmente las nubes se abren para permitirnos la visión fantasmagórica de pináculos y abismos hasta las canales, con sendero bien marcado, que nos dejan de nuevo en San Esteban.



Con su dureza (1,800 m de desnivel acumulado y casi 20 km de longitud) y sus pequeños inconvenientes (de ocho patas) es un recorrido memorable.





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