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martes, 4 de diciembre de 2018

Casas del Castañar y Segura de Toro. Jerte y Ambroz 2018-12

El valle del Jerte nos atrae siempre, pero especialmente en otoño. El rojo de las hojas de los cerezos y los colores del bosque, sobre todo de los castaños y robles, nos hacen disfrutar de paseos relajantes.

En Cabezabellosa aprovechamos para conocer el cerro del Castillo o del Búho, una atalaya sobre el Ambroz que sobresale de la plataforma donde se asienta el pueblo. El cielo está azul, pero en el valle del Ambroz hay un mar de nubes compacto. Realmente la imagen es la de una costa que contiene un mar algodonoso.




Camino de Casas del Castañar paramos a contemplar una vez más el enorme roble del Acarreadero. No nos exponemos a caminar por su entorno; hay una montería próxima y... nunca se sabe hacia dónde pueden ir los disparos.

El descenso hacia el fondo del valle del Jerte es una delicia. El contraluz hace destacar columnas de humo en distintos puntos de la ladera. El año pasado también los vimos. Desconocemos si las quemas se hacen con alguna finalidad de saneamiento o prevención de plagas en los cerezos o son sólo para deshacerse de restos vegetales.


El caso es que llegamos a Casas del Castañar e hicimos el recorrido de los cerezos centenarios. El año pasado hicimos una salida parecida; no quiero repetirme, pero tampoco me resisto a enseñar algunas fotos de la jornada en la que disfrutamos de un sol espléndido mientras la niebla ocupaba el fondo del valle.

Al llegar a los castaños de la fuente de las Escobanchas nos llevamos una desagradable sorpresa: el castaño singular situado en la parte inferior del sendero había caído. Sólo quedaba una gran rama viva tras troncharse las otras hace pocos años. El árbol era magnífico, pero estaba sentenciado. La abertura que quedó en el tronco principal provocó su debilidad y facilitó la entrada de humedad y parásitos.


Al hilo de esto, hago una reflexión. Los árboles, como todos los seres vivos, tienen un final natural. Por circunstancias difíciles de comprender algunos no fueron arrasados y consiguieron llegar a durar cientos de años. Los que aún resisten son una joya a conservar y un recurso turístico. Están expuestos a las inclemencias y ataques de todo tipo y sus achaques pueden ser fatales si no se les cuida un poco. Justo como los humanos. Entonces, ¿No deberíamos protegerlos?

Ya hay un par de carteles con recomendaciones, pero no parece ser suficiente. En un grupo de estos castaños coincidimos con varias personas. Estaban haciéndose fotos, no al lado de los árboles, sino sobre los árboles, es decir, se subían al tronco por turnos.


No soy partidario de encerrar los árboles o impedir que la gente los toque, pero posiblemente un vallado perimetral de madera sencilla, que impida el paso del ganado, junto con el refuerzo de las indicaciones para las personas, pudiera ser útil. La gente que acude es en general bien intencionada pero ignorante del mal que pueden provocar.

No pudimos continuar hasta la era de San Bernabé porque había otra cacería en la ladera, así que hicimos el recorrido señalizado del sendero, que es realmente sencillo y muy recomendable. En este enlace puedes acceder a una colección de fotos de esta parte del recorrido.



El paseo no lleva más de una mañana, así que nos acercamos a Segura de Toro para recorrer los castaños del Temblar. Los cinco castaños centenarios son fabulosos, pero es que además el lugar donde se ubican es de una gran belleza. Ahora la finca está abierta, con la única indicación de que se deje la puerta cerrada. Es uno de esos lugares imprescindibles, a los que no basta con ir una sólo vez. Merece la pena visitarse en diferentes épocas del año. Si se tiene la fortuna de poder disfrutar de la vegetación del arroyo y las antiquísimas plantaciones de castaños sin gente, o al menos con gente respetuosa, la experiencia es de lo más gratificante.

El arroyo gorjea como un ser vivo junto a los enormes árboles, el musgo coloniza las paredes y terrazas de piedra. Los helechos secos y las hojas caídas forman una mullida alfombra. Las cortezas de los antiquísimos árboles crean sinclinales de estratos vegetales. La luz llega tamizada y -a última hora de la tarde- la niebla se cuela entre los árboles aumentando la sensación de irrealidad; baja el telón para que no abusemos de tanta belleza.

Aunque las imágenes no lleguen a transmitir la sensación de sosiego y asombro que me ha provocado esta visita, aquí dejo una colección de fotos del paseo.

y como muestra...








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