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jueves, 10 de mayo de 2018

Boletín salida CASTRO DE IRUEÑA (2018-05)

El Texto que sigue es una transcripción del boletín que entregué a quienes vinieron a la salida que organizamos al Castro de Irueña el 20 de mayo, con la asociación La Facendera en colaboración con los Amigos del Castro de Irueña.  Tras la salida, añado una colección de fotos del magnífico día.

Castro de Irueña.

Dolmen de Casillas, III milenio a.C.

Soy Zok. Hoy hemos dejado el cuerpo del jefe de la tribu en el dolmen. Entre varios hemos movido las losas que cierran el corredor. El hechicero ha convocado a los espíritus. Hemos colocado el cuerpo siguiendo sus instrucciones y dejado la vasija con su ajuar: doce flechas con punta de sílex, un hacha de piedra negra y dura, el ídolo que llevaba colgado al cuello, sus ropas más preciadas y su bastón.


Yo he participado en la construcción de varios dólmenes, pero este lo hicieron hace mil años. Traemos grandes piedras que hincamos en círculo, construimos un túmulo y movemos la enorme losa que cubre la cámara funeraria. Es una tarea titánica. Somos trashumantes. Venimos con el ganado por las vías tradicionales que quizá se usen durante miles de años.

Urunia (Irueña), siglo II a.C.

Me llamo Cráturo. He nacido en este poblado vettón, igual que mis padres y abuelos. Desde que era niño he sabido que había que defenderse de quienes de vez en cuando intentan asaltar el castro. Algunas veces han conseguido llevarse ganado, pero la mayoría, han terminado huyendo con el rabo entre las piernas y alguna que otra herida de flecha.

Nuestra muralla fue construida hace siglos, pero la vamos mejorando siempre que podemos. Rodea el castro dejando la meseta interior para nuestras cabañas, talleres y hornos. Tiene dos paredes entre las que hay piedras pequeñas y tierra. En la parte superior soporta una empalizada de madera desde la que vigilamos. Los fuertes terraplenes que caen hacia el río y el arroyo nos hacen mucho más fácil la defensa. Además, en la zona de poniente, la menos protegida, hay dos murallas imponentes, la primera de las cuales rodea el encerradero de ganado. Allí está la figura de nuestro ídolo. Un animal de granito fantástico con increíbles detalles, como el rabo sobre un lado, los pliegues de la piel, los cuernos de bronce que van clavados en la testuz o la aparatosa vulva. La escultura es la envidia de todos los visitantes. Pero no pienso deciros por qué la tenemos aquí, ni por qué nuestros antepasados trajeron la enorme roca desde las canteras situadas a más de 4 kilómetros. ¡Qué esfuerzo enorme debió ser aquello! Dicen que a una jornada de viaje hacia el noreste hay otra escultura muy parecida. Puede que la tallaran los mismos artesanos.

Nuestro castro tiene tres puertas. La que llamamos del Sol es la mejor, pero tenemos otras tres. La entrada está curvada y en forma de embudo y delante mantenemos un gran foso. Tenemos varios caminos hacia el río que nos permiten llegar con facilidad, además del principal, que viene de las vegas de pasto. El río y el arroyo los cruzamos por puentes de madera y por vados. Cuando la muerte me llegue, quiero descansar en la necrópolis del poblado, junto con las muchas generaciones de antepasados que allí yacen. Espero que en la vasija metan los restos de mis armas.

Urunia (Irueña). Siglo II d.C.

Ave. Soy Iulia Tercia, sacerdotisa del templo de Iuppiter, Iuno y Minerva.

Según cuentan nuestros historiadores, el poderoso ejército romano llegó al oppidum que ocupaban los pueblos indígenas hace más de dos siglos. Nada podían hacer contra nosotros. El crecimiento de la ciudad hizo que el emperador Tito Vespasiano nos concediera el título de Mvnicipium (hace más de un siglo de esto). Los templos y palacios destacan altivos sobre la colina. Cuando los forasteros se acercan desde el sur, los palacios y pórticos de columnas se recortan en el horizonte, con el profundo Águeda a sus pies. Es una imagen soberbia. Como la que tengo yo desde el ara del templo dominando el paisaje.


La enorme escultura zoomorfa que tallaron los pueblos primitivos sigue en el mismo lugar, presidiendo la entrada por el suroeste. El imperio romano amplió las defensas de nuestra ciudad construyendo varios contrafuertes, fosos, muros y taludes. Ahora ocupamos prácticamente todo el cerro. La parte alta tiene los edificios más nobles: la curia, el tesoro de la ciudad, el foro y los templos; el resto se ocupa con viviendas, talleres, tiendas y un foro pecuario. Hace tiempo que existen dos campamentos amurallados exteriores. Son cuadrados, con 370 m de lado. Están defendidos por fosos y su puerta inexpugnable está situada frente a la ciudad para controlar y proteger los accesos. La presencia de los soldados hace que nos sintamos seguros y su ubicación completa un control visual total sobre el entorno.

Seguimos construyendo nuestros edificios más importantes con granito. Es un largo camino el que tienen que recorrer las piedras desde las canteras, pero la belleza y solidez de la ciudad lo justifican. Las inscripciones epigráficas, las estatuas y adornos en mármol, caliza y granito, embellecen la ciudad.


Desde los tiempos de Octavio Augusto tenemos junto a la ciudad un miliario que nos indica la distancia con Emerita. También disponemos de una infraestructura hidráulica importante, la presa en el arroyo Rolloso, que nos proporciona agua, regula el cauce para para los molinos y sirve de riego.

El Villar de Flores. Finales del s. XVIII. 

Me llamo Munio. Mis antepasados vivieron en Villar de Flores. Ninguno de ellos tuvo una vida fácil. Tenían sus casas, un canal de riesgo procedente del sobrante de un antiguo molino y una iglesia con una gran pila de agua bautismal. La villa tenía buen tamaño y su propio alcalde. Tras la reconquista los sucesivos reyes fueron dando privilegios a unos cuantos para mantener tropas ligadas a órdenes religioso-militares. Para los que habitaban en la aldea, la vida era muy dura. Lo poco que tenían les fue embargado tras tener que hipotecarlo. En 1633 el dueño de las tierras, las casas, los pastos, los huertos y bosques… era don Martín de Cáceres Pacheco. El cobro de las alcabalas generaba mucha tensión.

Lo que no pudieron los terratenientes, lo pudieron las guerras con Portugal. En 1669 el lugar quedó despoblado, dada su proximidad con la frontera. A comienzos de este siglo hubo un intento de repoblación. Mi familia y yo intentamos volver a la tierra de mis ancestros, pero otra vez –malditas guerras contra Portugal- tuvimos que huir y el lugar es ahora una dehesa para ganado.

Nos fuimos a vivir a Ciudad Rodrigo, donde trabajo para un noble aficionado a las antigüedades. Por lo visto, hace ya cinco siglos el rey Fernando II cedió el lugar llamado Irueña a la Iglesia. Cada semana vamos una cuadrilla hasta allí y cargamos piedras talladas, columnas y capiteles. Llenamos un carro con las más llamativas y las llevamos al palacio. Las que mi amo no quiere las vendo para que las usen en la construcción. Dicen que los muros que aún se ven acá y acullá cercaron un pequeño poblado cuando la reconquista. Desde entonces el lugar se usa como cantera. También quitaron unas piedras hincadas que molestaban el paso del ganado ¿quién se molestaría en clavarlas? ¿y para qué?

Irueña. Últimos años del s.XIX

No quiero deciros mi nombre. Dicen que los moros encerraron un tesoro de oro y monedas en las tripas del verraco de Irueña y que lo habían encantado para que no se viera cómo encontrarlo. Otros paisanos y yo trabajamos en las canteras y no íbamos a dejar pasar la oportunidad de hacernos ricos, así que barrenamos la escultura en varios sitios y ¡boom! La hicimos volar por los aires. ¡Qué bárbaro! Algunos trozos saltaron a más de cuarenta metros. El caso es que no vimos nada más que piedra, así que para hacer algo, tiramos una columna por el terraplén para ver si llegaba al río. En el pueblo, el señor Domingo dice que hemos destrozado una obra histórica. ¡Buah! ¡Si no era más que una piedra vieja de los moros!


La salida del día 20 de mayo.

Caminaremos por los lugares que vieron los personajes anteriores: el despoblado del Villar, un molino, el dolmen de Casillas, la presa del Rolloso y el castro de Irueña. Tendremos información de los lugares que visitemos, desde los puntos de vista natural, histórico y arqueológico.

La charla del día 18 de mayo.

El día 18 de mayo, viernes, llevaremos a cabo una charla divulgativa en la Casa de las Conchas, a las 20 h, con el título “Irueña, reconstruir el pasado para buscar el futuro”. La impartirá Paula García Encinas, miembro de la directiva de la Asociación de Amigos del Castro de Irueña.


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