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Seguramente al tratar de hacer algún cambio en esta pestaña... ¡me he cargado todo el contenido anterior! Es una lástima porque tenía algunos lugares absolutamente recomendables. No importa: empezaré de nuevo a rellenarlo y de momento he recuperado el comentario sobre "Casa Efigenia" en La Gomera. Si sabes de algún lugar realmente especial, donde te gustaría llevar a tus amistades, sea un bar donde ponen unos pinchos exquisitos, un restaurante donde te has sentido tratado como de la familia, un hostal con encanto de verdad, por el emplazamiento o por las personas que lo llevan... lo que sea, por favor, envíame un correo y lo pondré en esta pestaña. Gracias.
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Habíamos ido a Garajonay, en la isla de La Gomera, pero la lluvia nos impedía caminar con provecho, así que decidimos ir a una de las casas del Parque "El Juego de Bolos", donde nos sugirieron varios senderos, uno de ellos en el pueblo de “Las Hayas”. Dejamos el coche a la puerta de un modesto hostal y restaurante llamado "La Montaña. Casa Efigenia". Como llovía a mares, decidimos entrar a comer tranquilamente.

El comentario que sigue es una recomendación personal de Carmen Castaño y mía. Es de corazón, sin que medie ningún tipo de interés. Simplemente, es cierto.

Es un local que se mantiene como si estuviéramos en los años cincuenta, con mobiliario antiguo, mesas con hule, sin ninguna ostentación. Cuando llegamos era pronto y sólo había otra pareja comiendo. Nos sentamos cerca, pues las mesas son corridas. Al momento apareció la Sra. Efigenia. El restaurante no es un montaje ni el nombre estaba elegido por otros motivos, simplemente así se llama la dueña. Nos recibió con una ternura, una educación y un buen humor, que sólo por eso habría merecido la pena ir. Le preguntamos qué tenía de comer y nos dijo que allí no había carta, que lo que había fresco, de la huerta, se cocinaba. Bueno, pues encantados. 

Estuvimos curioseando por allí, viendo los productos que elaboran, la antigua tienda... Empezaron trayéndonos un cuenco con almogrote, que es queso de cabra ahumado rallado, mojo rojo y aceite de oliva. Delicioso y con un mérito añadido sorprendente: el almogrote, que ahora se vende por todas partes en la isla, es una creación original suya.
Después vinieron con gofio... qué delicia. Trajeron un cuenco con mojo rojo exquisito. La Sra. Efigenia vino a preguntarnos si nos gustaba. Como Carmen le dijo que le resultaba un poco picante, de inmediato añadió: "no te preocupes hija, que ahora mismo te traigo uno verde". Tardaron lo que se tarda en hacer el mojo, porque lo hacen para comerlo al momento.

A continuación vinieron con un cuenco que contenía un puchero vegetariano, de fábula, exquisito. No se deciros las hortalizas y verduras que tenía, porque algunas no las conocía. A ver si adivináis alguna en la foto. Además, una ensalada que añadía, a lo clásico, frutas diversas que le daban un toque dulce-salado fantástico.


Más tarde vino nuevamente la Sra. Efigenia a preguntarnos si queríamos café. Claro que sí, pero yo quería además un postre como el que se estaban comiendo los de al lado. Una especie de flan con almendras finas por arriba y regado con miel de palma. Además, un café y un licor hecho también por ellos.

Antes de irnos, una vez más la dueña vino a preguntarnos si nos había gustado todo, para enseñarnos otro salón donde dan comidas, para presentarnos a su hijo (que pasaba en ese momento "ven, que quiero presentarte a unos amiguitos") y para hablar sobre quién iba por allí, quien se quedaba (también tienen hostal) y qué hacíamos nosotros. Para nuestra sorpresa allí había estado Angela Merkel entre otros muchos personajes públicos.

Como le dijimos que nos gustaba la naturaleza y caminar por los senderos, se metió en la cocina y salió... con una bolsa de garbanzos torrados mezclados con pasas y unas pastas (artesanales, por supuesto).

Nos despedimos de ella dándole un par de besos cada uno, como si fuéramos familia. Nunca había estado en un lugar donde hicieran que me sintiera tan "como en casa". Viajar a la Gomera merece la pena de verdad y comer un día en "Casa Efigenia" es una experiencia que se recuerda como un privilegio. Al menos esa es la sensación que nos quedó a nosotros.
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