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viernes, 7 de febrero de 2014

Ética y hechos consumados

El Tribunal Supremo acaba de ordenar el derribo de un macrocomplejo inmobiliario que se construyó sobre un área protegida en Extremadura. La sentencia llega cuando ya hay 180 viviendas construidas, muchas de ellas ocupadas y muchas otras infraestructuras que hacen imposible devolver el espacio natural a su estado original (campo de golf de 18 hoyos, hoteles, base náutica o playa artificial).

Como tantas otras veces, han jugado con la política de hechos consumados, al no paralizar unas obras denunciadas en el 2007 por las organizaciones ecologistas. Ahora ¿qué va a pasar? ¿Se exigirán responsabilidades a quienes permitieron esta ilegalidad? ¿se demolerá la urbanización, donde ya se han invertido 130 millones de euros? ¿quién pondría el dinero para hacerlo? En mi opinión el mínimo que debería exigirse es que quien haya jugado sucio -políticos y empresarios- pongan dinero, en una cantidad ejemplarizante, para compensar el daño. Se me ocurre que una buena posibilidad sería obligarles a comprar territorios amenazados para convertirlos en refugios naturales para la fauna (por ejemplo en Monfragüe), en reforestación o en la dotación de puestos de trabajo para control de incendios forestales (por supuesto, en lugares alejados de la urbanización, no van encima a mejorarles su entorno).

La intervención urbanística ha sido radical. El pueblo próximo era un absoluto defensor de lo que para ellos significaba crecimiento económico, sin importar que se hiciese de forma ilegal, saltándose las leyes medioambientales a la torera. Durante este tiempo, quienes se oponían al proyecto han sido acosados e incluyo han tenido que irse del pueblo. Ahora, cuando casi siete años después la justicia da la razón a quienes protestaron ¿quien les pedirá disculpas?

Nos mesamos los cabellos cuando nos enteramos de las prácticas corruptas de políticos y empresarios, pero ¿no deberíamos preguntarnos también por la ética que todos y cada uno de nosotros deberíamos tener? ¿y no incluiría esto apoyar a quienes quieren que se cumpla la Ley y estar en contra de quienes no la cumplen? ¿Es correcto aplaudir a los delincuentes -estén donde estén- y agredir (verbal y a veces físicamente) a quienes les denuncian?

Me  temo que éste es un caso similar a otros como el de un presidente de un club de fútbol condenado que se despide como un héroe en lugar de como un villano mientras hay gente que le aclama con lágrimas en los ojos (pero ¿por qué aclaman a un delincuente condenado en firme por malversación de caudales públicos y prevaricación?).

Otros casos parecidos: ¿Cómo es posible que en unas elecciones se vuelva a votar a un político corrupto? ¿Es que no somos capaces de pensar por nosotros mismos más allá de la propaganda política que nos meten por los ojos algunos medios, especialmente cadenas de televisión? ¿Cómo es posible que a alguien se le pase por la cabeza votar otra vez a un partido político con 74 imputados en el caso Gürtel? (y eso que todos sabemos que no están todos los que son) y finalmente ¿cómo es posible que el único condenado del caso Gürtel hasta la fecha sea el juez que se atrevió a iniciarlo?