jueves, 5 de marzo de 2015

Inundaciones. ¿Cómo limitar sus consecuencias?

Cada vez que hay una inundación nos echamos las manos a la cabeza. Escuchamos a los afectados que han sufrido grandes pérdidas y exigen soluciones. El dragado de los ríos es la que más se escucha en las entrevistas de los informativos y en las tertulias. Pero ¿vale para algo? ¿cuál es la mejor solución ante las avenidas de agua?

Hemos visto durante décadas cómo los políticos (gestores del territorio, o mejor, explotadores del territorio) han permitido que se construyera en terrenos inundables, donde desde siempre habíamos visto inundaciones ocasionales. En Ávila, desde siempre recuerdo la lámina de agua que muchas primaveras formaba el río Chico en el Valle Ambles, o el Adaja cubriendo el Soto. En Salamanca, también recuerdo haber visto los praos sobre los que ahora está constuida la urbanización La Fontana cubiertos de agua, igual que en Ciudad Rodrigo, donde un barrio completo construido en la ribera junto al puente romano se inundaba un año si y otro también.

Durante siglos y siglos los ríos han ocupado unos territorios y los humanos sabían aprovechar hasta donde el río lo permitía. Había meandros, choperas, vegetación de ribera o terrenos para pasto de ganado que facilitaban la permeabilidad del terreno, la absorción del agua hacia los acuíferos y la limitación de los efectos nocivos de las crecidas.

El problema está en que nos hemos ido empeñando en ocupar el terreno de los ríos con construcciones de todo tipo; pretendemos tener un canal, a ser posible siempre con el mismo cauce, pero los ríos no son tuberías o sumideros por donde canalizar el agua. 

Los canalizamos, les cambiamos el cauce, los dragamos para aumentar su cauce, pero parece que todo va cada vez peor. Se draga un río y ese mismo año ya se ha encargado él mismo de volver a rellenar el agujero.

Si queremos hormigonar hasta la misma orilla, cada vez que llueva mucho o haya deshielo intenso, el agua se verá impulsada sin posibilidad de ir a ninguna parte salvo hacia adelante. Siempre llegará un momento en el que “la tubería” se quede pequeña.

Conclusión: somos nosotros quienes tenemos que adaptarnos a los ríos y no pretender que sean ellos quienes se adapten a nosotros. No es que no haya que hacer nada; hay que proteger el paso de los ríos por las ciudades con las barreras que sean oportunas y gestionar las presas que sean imprescindibles, pero en el resto del recorrido, deben fluir de forma natural: no se pueden ocupar con construcciones permanentes sus dominios; antes o después, se inundarán. Vamos, algo tan obvio como la ordenación del territorio.

Cada vez se gasta más dinero en construir infraestructuras para evitar las inundaciones y cada vez hay más ¿nadie se ha planteado por qué? Lo ríos no tienen la culpa de algo que es su comportamiento natural. La culpa la tienen los que especulan con terrenos prohibidos por la naturaleza.

Tenemos que ser conscientes también de que las crecidas tienen (o tenían) efectos positivos. Movían sedimentos y limos y limpiaban los cauces. Lo que llaman ahora “limpiar” las orillas de los ríos consiste en eliminar su vegetación, con lo que en realidad se consigue acabar con su biodiversidad y agravar los efectos de las avenidas.

Debemos facilitar los procesos naturales de los ríos, prever las zonas de inundación evitando construir en ellas, potenciar la vegetación y los bosques de ribera, evitar su uso como basurero con vertidos de todo tipo, respetar las distancias legales y sobre todo naturales de los cauces... en definitiva, también en este aspecto, respetar la naturaleza y prever sus efectos.

En un sentido muy parecido a lo que comento en este post, leo (07/03) un artículo que recomiendo.
("El Roto" siempre suele dar en el clavo. Sufrimos ahora las consecuencias de decisiones del pasado)

4 comentarios:

  1. Buen artículo Javier, me ha gustado mucho. Me hago seguidor de este bonito blog. Saludos desde Cantabria.
    http://faunacompacta.blogspot.com.es/

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    1. Muchas gracias. He entrado en tu blog y es extraordinario. Tengo amigos pajareros y me han aficionado, así que tengo mucho que aprender al respecto. Cada invierno vemos el espectáculo de las grullas, aparte de las visitas tradicionales para ver avutardas en la llanura, a Monfragüe o Arribes. Seguiré tu blog. Saludos.

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  2. Muy buena reflexión, Javier. Muchas veces es necesario detenerse y pensar qué estamos haciendo con nuestro territorio.

    Lo triste es que hay muchas personas que siguen pensando que con un dragado a tiempo, se puede evitar cualquier inundación.

    Hace falta más divulgación, más entradas como esta, Javier.

    Un saludo y ánimo.

    Alejandro

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    1. Muchas gracias Alejandro. Cuando tengas tiempo y ganas, tienes el blog a tu disposición. Saludos.

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